¿Pero es
posible la libertad de la voluntad? Los resultados de la "Crítica de la
razón pura" nos conducían a la distinción general de todos los objetos en
fenómenos y noúmenos. En cuanto fenómeno todos los objetos están sometidos a
las leyes de la naturaleza, que son leyes deterministas, excluyendo por lo
tanto la libertad. En cuanto fenómeno, pues, el hombre no es libre. Por otra
parte, la posibilidad de conocer los noúmenos, las cosas en sí mismas, quedaba
rechazada en la dialéctica trascendental ante la imposibilidad de constituir la
metafísica como ciencia, por lo que la posibilidad de conocer algo acerca del
alma y de su libertad e inmortalidad quedaba eliminada. Sin embargo, sin la
libertad de la voluntad la moral quedaría arruinada. Por otra parte, observamos
que el progreso de la virtud es lento en el mundo, y esperamos razonablemente
que el hombre virtuoso pueda ser feliz; pero vemos que esto no ocurre, lo que
haría de la vida del hombre un absurdo si no fuera posible que ocurriera. Por
ello, aunque ninguno de los objetos de la metafísica (Dios, el alma y el mundo
como totalidad) puede ser objeto de demostración teórica, la razón práctica
exige su existencia. El hombre ha de ser libre para poder poner en práctica la
moralidad; ha de existir un alma inmortal ya que, si el hombre no puede
alcanzar su fin en esta vida, ha de disponer de una vida futura como garantía
de realización de la perfección moral; y ha de existir un Dios que garantice
todo esto. Lo que la razón teórica no ha podido demostrar, la razón práctica lo
tiene necesariamente que postular. De este modo Kant se vio obligado, como dice
en la introducción de la "Crítica de la razón pura", a suprimir el
saber para dejar paso a la fe.
El Imperativo Categórico
El imperativo
categórico de la ética de Kant es un principio supremo de la
moralidad que pretende ser un mandamiento autónomo, independiente de
cualquier religión e ideología, autosuficiente, universal y capaz de tutelar el
comportamiento humano.
Fue propuesto por primera vez por Immanuel Kant en
su libro Fundamentación de la metafísica de las costumbres publicado
en 1785. En él sostiene que la fundamentación del principio imperativo
categórico está implícito en las prácticas y razonamientos morales de todos los
individuos y por medio de este se podrán identificar consiguientemente los
deberes morales de manera incondicional.
Es esencialmente un principio propio del libre
albedrío y la autonomía de la voluntad, es decir, como voluntades libre debemos
regirnos por este principio. Nos propone actuar de acuerdo a las “máximas”
(normas morales que determinan lo que debe o no hacerse) que personalmente
podamos querer que sean leyes universales.
Las máximas son simplemente las razones por las que
alguien actúa y toma decisiones de acuerdo a la moral pero el rol del
imperativo categórico es ayudarnos a determinar si esos motivos que nos
impulsan a actuar o decidir son buenos o malos.
Se debe tener en cuenta que al hablar de
imperativos (órdenes, deseos, imposiciones) morales, específicamente en el carácter
“categórico”, se considera intrínseco que los mismos deben ser afirmados o
negados en su totalidad, no pueden existir condiciones ni términos medios, o se
acepta tal como es o no se acepta. El objeto o finalidad del imperativo debe
tener un fin en sí mismo.
Las normas racionales pueden establecerse de dos
maneras: la primera establece una conducta necesaria para alcanzar un fin
determinado y es aquí donde encontramos la forma del imperativo hipotético y
por el otro lado encontramos la prescripción de una conducta necesaria
establecida como absoluta e incondicional que es el que lleva el nombre de
imperativo categórico.
Kant sostenía
que la conciencia moral es el reino de lo que debe ser, en oposición a la
Naturaleza, que es el reino del ser. “Las leyes son, o leyes de la
Naturaleza (leyes por las cuales todo sucede), o leyes de la libertad (leyes según las cuales todo debe suceder). La
ciencia de las primeras se llama ‘Física’; la de las segundas, ‘Ética’.” Mientras en la Naturaleza impera la necesidad,
la causalidad, en la conciencia moral encontramos un imperativo categórico que
manda a un sujeto libre, que puede o no obedecer. El imperativo es “categórico”
(«Debes trabajar») y no “hipotético” («Si quieres sentirte útil, tienes que
trabajar»), porque este último depende de una circunstancia (que yo quiera o no
sentirme útil). El imperativo moral manda más allá de cualquier circunstancia o
situación concreta. Los imperativos categóricos ordenan acciones que
son buenas en sí mismas y no por constituir meros medios para conseguir algo.
Kant los denomina como imperativos apodícticos, es decir,
imperativos que valen por sí mismos. Por todo ello afirma Kant: el
imperativo categórico, que declara una acción es objetivamente necesaria en sí
misma sin referencia a finalidad alguna, o sea, sin finalidad alguna distinta
de sí misma, es válido como principio práctico apodíctico. Justamente
en la medida en que el hombre actúa por deber, su obrar es moralmente
bueno.
Necesidad y
universalidad, declara Kant, no se pueden derivar de la experiencia cuyo sujeto
es siempre particular y contingente, sino sólo de la mente, de las formas
cognitivas innatas en ella. De ahí que la ley moral se origina en la razón pura
y es enunciada por un juicio sintético a priori – a priori porque tiene su
razón no en la experiencia sino en la mente misma; sintética porque se forma no
por el análisis de un concepto sino por una extensión del mismo.
Kant trata de
probar la existencia de un imperativo categórico a priori partiendo de la idea
de la voluntad de un ser racional. La voluntad es concebida como una facultad
determinándose a sí misma a la acción de acuerdo con ciertas leyes. Ahora bien,
es sólo un fin que sirve como objetivo principal para la autodeterminación de
la voluntad y sólo un fin en sí mismo que sirve como principio universal para
todos los seres racionales. De donde Kant infiere en primer lugar que la
voluntad de todo ser racional al exigir respeto para la humanidad como un fin
en sí misma, establece una ley universal y es por consiguiente una ley en sí
misma, autónoma y no sometida a legislador exterior y en segundo lugar que la
moralidad consiste en la obediencia a la ley de nuestra propia razón y que la
inmoralidad, por el contrario , en la heteronomía, es decir, en la obediencia a
cualquier autoridad, aunque sea divina, distinta de nuestra razón.
Kant da
ciertas fórmulas generales del imperativo categórico, las que resumen todos los
mandatos morales: Fórmulas Del Imperativo Categórico
Fórmula de la Ley Universal: “Obra sólo
según una máxima tal que puedas querer al mismo tiempo que se torne ley
universal”.
Fórmula de la Ley de la Naturaleza: “Obra como si
la máxima de tu acción debiera tornarse, por tu voluntad, ley universal de la
naturaleza”.
Fórmula del Fin en sí Mismo: “Obra de tal
modo que uses la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier
otro, siempre como un fin al mismo tiempo y nunca solamente como un medio”.
Fórmula de la Autonomía: “Obra como si
por medio de tus máximas fueras siempre un miembro legislador en un reino
universal de fines”.
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