Hume (1771/1776) fue uno de los
representantes más característicos del empirismo y un crítico del conocimiento
que influyó en el pensamiento de Kant, porque su doctrina moral lo llevó a
reflexionar y a tomar un nuevo rumbo que dio lugar a su filosofía trascendental.
El pensamiento de Hume obligó a Kant a replantearse los fundamentos del
conocimiento y principalmente de la metafísica.
A su vez, Hume recibió las influencias tanto del
teólogo y filósofo empirista irlandés George Berkeley (1685-1753), como del
filósofo empirista inglés John Locke (1632-1704). Hume señala que todas las ciencias guardan relación con la
naturaleza humana, es decir, todas las ciencias caen bajo las capacidades del
ser humano y son juzgados por el hombre. El único método válido
para Hume es el
de Newton pero
aplicado a la ciencia del hombre.
La propuesta de Hume era que todas las ciencias se
relacionan con la naturaleza humana; por lo tanto consideraba que la base de
las ciencias debía ser el estudio de la naturaleza humana, en función a la
experiencia.
Para Hume, la totalidad del contenido del
pensamiento humano se puede dividir en dos grandes grupos: las ideas y las
impresiones sensibles.
Todas las ideas, aún las más complejas, son
derivadas de las impresiones sensibles. Acepta como única fuente de
conocimiento la sensación y elabora la teoría asociacionista; refutando a la
vez los conceptos de sustancia y causalidad que dominaban en el pensamiento
racionalista.
No niega la posibilidad de la existencia de una
substancia o causalidad reales pero si afirma la imposibilidad de conocerlas.
Por lo tanto, si se aplica esta teoría a los
juicios, para atribuir una causa a un hecho, es necesaria la observación
continuada de la secuencia causa-efecto.
La relación causal no está en las cosas sino que la
genera el sujeto como idea compleja a partir de impresiones sensibles.
También fue importante su aporte al pensamiento en
el área de la economía, iniciando una crítica al mercantilismo.
Su concepción del dinero como símbolo y su crítica
a los terratenientes lo transformó en un ideólogo de la burguesía comercial.
Hume, fue parte de los economistas anteriores a Adam Smith y a la
escuela clásica.
Critica al racionalismo: Se podría decir que el Empirismo es una
constante del pensamiento filosófico, político y científico inglés, y esta
calificación permite integrar a todos los filósofos ingleses en una misma
corriente, desde la Escuela de Oxford (s. XIII), pasando por Ockham hasta
Russell. Pero cuando en la Historia de la Filosofía se habla de "periodo
empirista", se alude a un periodo más reducido que abarca desde F. Bacon
(s. XVI) hasta D. Hume (s. XVIII) y que englobaría a otros pensadores como
Hobbes, Locke y Berkeley. Esta línea de pensamiento coincide con un crecimiento
de la economía y surgimiento de la política liberal burguesa en Inglaterra a
partir de la Revolución de Cromwell y la primera república (1649-1660): en 1688
se produce la Declaración de los Derechos, suponiéndose la primacía del
parlamento sobre el rey, sistema basado en el "contrato social" y no
en el derecho divino. Filosóficamente, el Empirismo moderno se caracteriza por
ser una respuesta al Racionalismo.
Sin
embargo, y aunque la crítica se dirige en una parte importante contra el
Racionalismo, hay una cierta comunidad entre Empirismo y Racionalismo que es
necesario tener en cuenta: ambos movimientos son herederos del sistema
cartesiano; cada uno de ellos, a su manera, acepta que la filosofía debe tener
como una de las premisas fundamentales la necesidad de partir de lo dado de un
modo inmediato al hombre, a la propia conciencia. Para ambas corrientes, el
objeto del entendimiento serán las "ideas": "Llamo idea a todo
lo que la mente percibe en sí misma, o es objeto inmediato de percepción del
pensamiento, o del entendimiento" (Locke. Ensayo sobre el
entendimiento humano, libro 2, cap. VIII, 8).
Hume
también pretende hacer un estudio sobre el entendimiento humano y encontrar en
su funcionamiento la base para encontrar el fundamento de las ciencias. Para
Hume el principio de cualquier conocimiento humano está en la experiencia. Todo
lo que conocemos son percepciones. Estas pueden ser más intensas y primera, las
impresiones de los sentidos, o menos intensas y confusas, las ideas. De las
primeras surgirán las "Verdades de Hecho" en las que se apoyarán las
ciencias empíricas, la física. De las ideas y de las leyes que permiten
asociarlas surgirán las "Verdades de relaciones de ideas" donde se
apoyarán las matemáticas. ¿Qué sitio queda para la metafísica, una supuesta
ciencia que pretende conocer objetos más allá de la experiencia sensible?, para
Hume ninguno.
El empirismo. (p. 235, 236, 237)/Intenciones de la filosofía de Hume (p.
251 y ss)./Unificación de las ciencias. (p 251, 252)/Crítica al conocimiento.
(p. 252)/Crítica a la metafísica./La teoría del conocimiento. (p. 253, 254)/Verdades
de razón y verdades de hecho. (p. 254, 255)/La realidad (crítica al concepto de
substancia y al principio de causalidad). (p. 255, 256)/Justificación de la
ciencia./Las matemáticas. (p. 257)/La física. (p. 257)/La metafísica. (p 257,
258)./La ética y la política. (p 258, 259)
El origen del conocimiento y sus
clases: A diferencia del racionalismo, que afirmaba que la
razón era la fuente del conocimiento, el empirismo tomará la experiencia como
la fuente y el límite de nuestros conocimientos. Ello supondrá la crítica del
innatismo, es decir, la negación de que existan "ideas" o contenidos
mentales que no procedan de la experiencia. Cuando nacemos la mente es una
"tabula rasa" en la que no hay nada impreso. Todos sus contenidos
dependen, pues, de la experiencia. En el caso de Hume, como veremos a
continuación, la experiencia está constituida por un conjunto de impresiones,
cuya causa desconocemos y, estrictamente hablando, no debe identificarse con
"el mundo", con "las cosas".
Al igual
que el racionalismo, el empirismo tomará como punto de partida de la reflexión
filosófica el análisis de la conciencia; ante el fracaso de la filosofía antigua
y de la filosofía medieval, que habían tomado como referencia el mundo y Dios,
respectivamente, la filosofía moderna se caracteriza por tomar el sujeto como
punto de partida de la reflexión filosófica. Así, del mismo modo que Descartes,
una vez descubierto el "yo pienso", pasa a analizar el contenido del
pensamiento, los empiristas comenzarán sus indagaciones analizando los
contenidos de la conciencia.
El análisis del conocimiento en Hume: He aquí, pues, que podemos
dividir todas las percepciones de la mente en dos clases o especies, que se
distinguen por sus distintos grados de fuerza o vivacidad. Las menos fuertes e
intensas comúnmente son llamadas pensamientos o ideas; la otra especie carece
de un nombre en nuestro idioma, como en la mayoría de los demás, según creo,
porque solamente con fines filosóficos era necesario encuadrarlos bajo un
término o denominación general. Concedámonos, pues, a nosotros mismos un poco
de libertad, y llamémoslas impresiones, empleando este término en una acepción
un poco distinta de la usual. Con el término impresión, pues, quiero denotar
nuestras percepciones más intensas: cuando oímos, o vemos, o sentimos, o
amamos, u odiamos, o deseamos, o queremos. (Investigación, sec.2)
Los
elementos del conocimiento: Tanto en el Tratado como en la "Investigación
sobre el entendimiento humano" Hume comienza la presentación de su
filosofía con el análisis de los contenidos mentales. A diferencia de
Descartes, para quien todos los contenidos mentales eran "ideas",
Hume encuentra dos tipos distintos de contenidos: las impresiones y las ideas.
La diferencia que existe entre ambas es simplemente la intensidad o vivacidad
con que las percibimos, siendo las impresiones contenidos mentales más intensos
y las ideas contenidos mentales menos intensos. Además, la relación que existe
entre las impresiones y las ideas es la misma que la del original a la copia:
"o, para expresarme en un lenguaje filosófico, todas nuestras ideas, o
percepciones más endebles, son copias de nuestras impresiones o percepciones
más intensas". Es decir, las ideas derivan de las impresiones; las
impresiones son, pues, los elementos originarios del conocimiento; de esta
relación entre las impresiones y las ideas extraerá Hume el criterio de verdad:
una proposición será verdadera si las ideas que contiene corresponden a alguna
impresión; y falsa sino hay tal correspondencia.
Por
tanto, si albergamos la sospecha de que un término filosófico se emplea sin
significado o idea alguna (como ocurre con demasiada frecuencia), no tenemos
más que preguntarnos de qué impresión se deriva la supuesta idea, y si es
imposible asignarle una; esto serviría para confirmar nuestra sospecha.
Las
impresiones, por su parte, puede ser de dos tipos: de sensación, y de
reflexión. Las impresiones de sensación, cuya causa es desconocida, las
atribuimos a la acción de los sentidos, y son las que percibimos cuando decimos
que vemos, oímos, sentimos, etc; las impresiones de reflexión son aquellas que
van asociadas a la percepción de una idea, como cuando sentimos aversión ante
la idea de frío, y casos similares. Además, las impresiones pueden clasificarse
también como simples o complejas; una impresión simple sería la percepción de
un color, por ejemplo; una impresión compleja, la percepción de una ciudad.
Las
ideas, a su vez, pueden clasificarse en simples y complejas. Las ideas simples
son la copia de una impresión simple, como la idea de un color, por ejemplo.
Las ideas complejas pueden ser la copia de impresiones complejas, como la idea
de la ciudad, o pueden ser elaboradas por la mente a partir de otras ideas
simples o complejas, mediante la operación de mezclarlas o combinarlas según
las leyes que regulan su propio funcionamiento.
Las leyes
de la asociación de ideas: Es evidente que hay un principio de conexión entre los distintos
pensamientos o ideas de la mente y que, al presentarse a la memoria o a la
imaginación, unos introducen a otros con un cierto grado de orden y
regularidad.
La
capacidad de la mente para combinar ideas parece ilimitada, nos dice Hume. Pero
por poco que nos hayamos detenido a reflexionar sobre la forma en que se
produce esta combinación de ideas podremos observar cómo "incluso en
nuestras más locas y errantes fantasías, incluso en nuestros mismos
sueños", esa asociación se produce siempre siguiendo determinadas leyes:
la de semejanza, la de contigüidad en el tiempo o en el espacio, y la de causa
o efecto.
Cuando la
mente se remonta de los objetos representados en una pintura al original, lo
hace siguiendo la ley de semejanza. Si alguien menciona una habitación de un
edificio difícilmente podremos evitar que nuestra mente se pregunte por, o se
represente, las habitaciones contiguas; del mismo modo, el relato de un
acontecimiento pasado nos llevará a preguntarnos por otros acontecimientos de
la época; en ambos casos está actuando la ley de asociación por contigüidad: en
el espacio, el primer caso; y en el tiempo, en el segundo caso. El caso de
pensar en un accidente difícilmente podremos evitar que venga nuestra mente la
pregunta por la causa, o por las consecuencias del mismo, actuando en este caso
la ley de la causa y el efecto.
Según
Hume, pues, son estas tres leyes las únicas que permiten explicar la asociación
de ideas, de tal modo que todas las creaciones de la imaginación, por
delirantes que puedan parecernos, y las sencillas o profundas elaboraciones
intelectuales, por razonables que sean, les están inevitablemente sometidas.
Los tipos
de conocimiento: En la
sección cuarta de la "Investigación sobre el entendimiento humano", que
lleva por título "dudas escépticas acerca de las operaciones del
entendimiento" se plantea Hume la cuestión de determinar cuáles son las
formas posibles de conocimiento. Siguiendo la distinción que había hecho
Leibniz entre verdades de razón y verdades de hecho, Hume nos dirá que todos
los objetos de la razón e investigación humana puede dividirse en dos grupos:
relaciones de ideas y cuestiones de hecho.
Los
objetos de la razón pertenecientes al primer grupo son "las ciencias de la
Geometría, Álgebra y Aritmética y, en resumen, toda afirmación que sea
intuitiva o demostrativamente cierta". La característica de estos objetos
es que pueden ser conocidos independientemente de lo que exista "en
cualquier parte del universo". Dependen exclusivamente de la actividad de
la razón, ya que una proposición como "el cuadrado de la hipotenusa es
igual al cuadrado de los dos lados de un triángulo rectángulo" expresa
simplemente una determinada relación que existe entre los lados del triángulo,
independientemente de que exista o no exista un triángulo en el mundo. De ahí
que Hume afirme que las verdades demostradas por Euclides conservarán siempre
su certeza. Las proposiciones de este tipo expresa simplemente relaciones entre
ideas, de tal modo que el principio de contradicción sería la guía para
determinar su verdad o falsedad.
El
segundo tipo de objetos de la razón, las cuestiones de hecho, no pueden ser
investigadas de la misma manera, ya que lo contrario de un hecho es, en
principio, siempre posible. No hay ninguna contradicción, dice Hume, en la
proposición "el sol no saldrá mañana", ni es menos inteligible que la
proposición "el sol saldrá mañana". No podríamos demostrar su
falsedad recurriendo al principio de contradicción. ¿A qué debemos recurrir,
pues, para determinar si una cuestión de hecho es verdadera o falsa? Todos los
razonamientos sobre cuestiones de hechos parecen estar fundados, nos dice, en
la relación de causa y efecto.
Si
estamos convencidos de que un hecho ha de producirse de una determinada manera,
es porque la experiencia nos lo ha presentado siempre asociado a otro hecho que
le precede o que le sigue, como su causa o efecto. Si oímos una voz en la
oscuridad, estamos seguros de la presencia de una persona: no porque hayamos
alcanzado tal seguridad mediante un razonamiento a priori, sino que "surge
enteramente de la experiencia, cuando encontramos que objetos particulares
cualesquiera están constantemente unidos entre sí". Las causas y efectos,
por lo tanto, no puede ser descubiertas por la razón, sino sólo por
experiencia.
Podemos
hablar, pues, de dos tipos de conocimiento en Hume: el conocimiento de
relaciones de ideas y el conocimiento de hechos. En el primer caso el
conocimiento depende de las operaciones de entendimiento reguladas por el
principio de contradicción; en el segundo caso las operaciones del
entendimiento están reguladas necesariamente por la experiencia, ya que al
depender de la ley de asociación de la causa y el efecto, siendo una distinta
del otro, no hay razonamiento a priori posible que nos permita deducir una a
partir del otro, y viceversa:
Cuando
razonamos a priori y consideramos meramente un objeto o causa, tal como aparece
a la mente, independientemente de cualquier observación, nunca puede sugerirnos
la noción de un objeto distinto, como lo es su efecto, ni mucho menos
mostrarnos una conexión inseparable e inviolable entre ellos. Un hombre ha de
ser muy sagaz para descubrir mediante razonamiento, que el cristal es el efecto
del calor, y el hielo del frío, sin conocer previamente la conexión entre estos
estados.
Por lo
general, se tiende a pensar que el empirismo supone la aceptación de la
existencia de objetos externos al sujeto, "las cosas", que son la
causa de todas mis impresiones y, por lo tanto, de todos mis conocimientos.
Esta interpretación del empirismo puede ser aceptada, siguiendo a Hume, siempre
que se tenga en cuenta que ello significa una concesión al "sentido
común", una "creencia razonable", pero que no se puede demostrar
que los supuestos objetos externos sean la causa de mis impresiones.
El
conocimiento de hechos se funda en la experiencia, pero ¿en qué se funda la
experiencia? ¿Hay alguna forma de justificar la regularidad que suponemos en la
experiencia, sin caer en una petición de principio? Son esas las dudas escépticas
a que se refiere el título de la sección IV, que se verán ampliadas y
reforzadas por la crítica de la idea de conexión necesaria entre la causa y el
efecto que nos ofrecerá Hume en la sección VII de la Investigación.
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