El
principio de causalidad: Como hemos visto en la explicación del conocimiento, el conocimiento de
hechos está fundado en la relación causa y efecto. Esa relación se había
interpretado tradicionalmente, bajo la noción del principio de causalidad, como
uno de los principios fundamentales del entendimiento, y como tal había sido
profusamente utilizado por los filósofos anteriores, tanto medievales como
antiguos, del que habían extraído lo fundamental de sus concepciones
metafísicas. Recordemos, por ejemplo, la utilización que hace Aristóteles de la
teoría de las cuatro causas, o el recurso de santo Tomás al principio de
causalidad para demostrar la existencia de Dios en las cinco vías.
¿Pero qué
contiene exactamente la idea de causalidad? Según Hume, la relación causal se
ha concebido tradicionalmente como una "conexión necesaria" entre la
causa y el efecto, de tal modo que, conocida la causa, la razón puede deducir
el efecto que se seguirá, y viceversa, conocido el efecto, la razón está en condiciones
de remontarse a la causa que lo produce.
No
existen ideas, de las que aparecen en metafísica, más oscuras e inciertas que
aquellas de poder, fuerza, energía o conexión necesaria, las cuales surgen
siempre en todas nuestras disquisiciones.
¿Qué
ocurre si aplicamos el criterio de verdad establecido por Hume para determinar
si una idea es o no verdadera? Una idea será verdadera si hay una impresión que
le corresponde. ¿Hay alguna impresión que corresponda a la idea de
"conexión necesaria" y, por lo tanto, es legítimo su uso, o es una
idea falsa a la que no corresponde ninguna impresión?.
Si
observamos cualquier cuestión de hecho, por ejemplo el choque de dos bolas de
billar, nos dice Hume, observamos el movimiento de la primera bola y su impacto
(causa) sobre la segunda, que se pone en movimiento (efecto); en ambos casos,
tanto a la causa como al efecto les corresponde una impresión, siendo
verdaderas dichas ideas. Estamos convencidos de que si la primera bola impacta
con la segunda, ésta se desplazará al suponer una "conexión
necesaria" entre la causa y el efecto: ¿Pero hay alguna impresión que le
corresponda a esta idea de "conexión necesaria"? No, dice Hume. Lo
único que observamos es la sucesión entre el movimiento de la primera bola y el
movimiento de la segunda; de lo único que tenemos impresión es de la idea de
sucesión, pero por ninguna parte aparece una impresión que corresponda a la
idea de "conexión necesaria", por lo que hemos de concluir que la
idea de que existe una "conexión necesaria" entre la causa y el
efecto es una idea falsa.
El
impulso de una bola de billar se acompaña del movimiento de la otra. Esto es
todo lo que aparece ante los sentidos externos. La mente no percibe ningún
sentimiento ni impresión interna de esta sucesión de objetos. Consecuentemente,
no existe, en ningún caso particular de causa y efecto, ninguna cosa que pueda
sugerir la idea de poder o conexión necesaria.
¿De dónde
procede, pues, nuestro convencimiento de la necesidad de que la segunda bola se
ponga en movimiento al recibir el impacto de la primera? De la experiencia: el
hábito, o la costumbre, al haber observado siempre que los dos fenómenos se
producen uno a continuación del otro, produce en nosotros el convencimiento de
que esa sucesión es necesaria.
¿Cuál es,
pues, el valor del principio de causalidad? El principio de causalidad sólo
tiene valor aplicado a la experiencia, aplicado a objetos de los que tenemos
impresiones y, por lo tanto, sólo tiene valor aplicado al pasado, dado que de
los fenómenos que puedan ocurrir en el futuro no tenemos impresión ninguna.
Contamos con la producción de hechos futuros porque aplicamos la inferencia
causal; pero esa aplicación es ilegítima, por lo que nuestra predicción de los
hechos futuros no pasa de ser una mera creencia, por muy razonable que pueda
considerarse. Dado que la idea de "conexión necesaria" ha resultado
ser una idea falsa, sólo podemos aplicar el principio de causalidad a aquellos
objetos cuya sucesión hayamos observado: ¿Cuál es el valor, pues, de la aplicación
tradicional del principio de causalidad al conocimiento de objetos de los que
no tenemos en absoluto ninguna experiencia? Ninguno, dirá Hume. En ningún caso
la razón podrá ir más allá de la experiencia, lo que le conducirá a la crítica
de los conceptos metafísicos (Dios, mundo, alma) cuyo conocimiento estaba
basado en esa aplicación ilegítima del principio de causalidad.
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