CARACTERES DEL ESCEPTICISMO
La palabra escepticismo deriva de σκέψις, que
significa indagación. De conformidad con la orientación general de la
filosofía post-aristotélica, el escepticismo tiene por objeto la consecución de
la felicidad como ataraxia.
Pero
mientras el epicureísmo y el estoicismo ponen la condición de la misma en una
doctrina determinada, el escepticismo pone tal condición en la crítica y la negación
de cualquier doctrina determinada, en una indagación que ponga en evidencia la
inconsistencia de cualquier posición teórico-práctica, las considere a todas
como igualmente engañosas, y se abstenga de aceptar ninguna. La tranquilidad del espíritu, en la cual
consiste la felicidad, se consigue, según los escépticos, no ya aceptando una
doctrina, sino rechazando cualquier doctrina. La indagación (σκέψις) es el medio para
alcanzar esta denegación, y,
por consiguiente, la ataraxia.
De
ello resulta el cambio radical e incluso la decadencia profunda que el concepto
de la investigación sufre por obra del escepticismo. Si se compara el concepto
escéptico de la indagación, como instrumento de la ataraxia, con el concepto
socrático y platónico de la investigación, el cambio y la decadencia resultan
evidentes. Para Sócrates y Platón, la primera exigencia de la investigación es
la de hallar su propio fundamento y su propia justificación, la de organizarse
y articularse internamente, la de profundizar en sí misma, para reconocer las
condiciones y los principios que la hacen posible. La investigación escéptica
no busca esta justificación en sí misma. Le basta llevar al hombre a rechazar
cualquier doctrina determinada y llegar así a la ataraxia. Por esto se
nutre casi exclusivamente de la polémica contra las demás escuelas y se aplica
a refutar los diversos puntos de vista, sin dirigir nunca la mirada a sí misma,
al fundamento y al valor de su procedimiento. Indudablemente, aun así, la
indagación escéptica ha desempeñado un cometido histórico notable, apartando a
las escuelas filosóficas contemporáneas de su estancamiento dogmático y
estimulándolas incesantemente a la indagación de los fundamentos de sus
postulados.
El
escepticismo es la orientación seguida en Grecia por tres escuelas diferentes:
1.a La escuela de Pirrón de Elis, en tiempo de Alejandro Magno; 2.a La Media y
Nueva Academia; 3.a Los escépticos posteriores, empezando por Enesidemo, que
sostienen una vuelta al pirronismo.
PIRRÓN
Pirrón, natural de Elis, pudo ya
quizás en su ciudad conocer la dialéctica de la escuela eleomegárica (§ 33),
que en muchos aspectos es un antecedente del escepticismo. Participó en la
campaña de Alejandro Magno en Oriente junto al democríteo Anaxarco. Fundo en su
patria una escuela que después de su muerte tuvo poca duración. Vivió en la
pobreza y murió muy viejo, hacia el año 270 a. de C. No dejó escritos. Conocemos sus doctrinas por la exposición de Diógenes
Laercio (IX, 61, 108) y por los fragmentos de σιλλοι (ο versos burlescos) con
los cuales su discípulo Timón
de Fliunte (329-230 a. de C. aproximadamente) expuso y defendió su doctrina.
Los
sofistas habían opuesto la naturaleza a la convencionalidad de las leyes y
habían distinguido lo que es bien por naturaleza de lo que es bien por
convención. Pirrón se acoge a esta distinción; pero solamente para negar que
haya cosas verdaderas o falsas, bellas o feas, buenas o malas, por
naturaleza. Todo lo que se juzga tal, se juzga así "por convención o
costumbre", no por verdad y naturaleza. Ya que para el conocimiento humano
las cosas son verdaderamente inaprensibles y la única posición legítima por
parte del hombre es la suspensión de cualquier juicio (εποχή) sobre su naturaleza: no
afirmar de ninguna cosa que sea verdadera o falsa, justa o injusta; y así en todo lo
demás.
Esta
suspensión lleva a admitir que cualquier cosa es indiferente para el hombre y
evita que se conceda ninguna preferencia a una cosa más que a otra. De modo que
la suspensión del juicio es ya por sí misma ataraxia, ausencia de toda
turbación o pasión. Para ser coherente, Pirrón, que no tenía ninguna confianza
en los sentidos,
iba por el mundo sin mirar y sin esquivar nada, topando con carros si los
hallaba al paso, precipicios, perros, etc. (Dióg. Laerc., IX, 62).
Timón de Fliunte rebatía la
doctrina de su maestro, considerando que para ser feliz el hombre debía conocer
tres cosas: 1.a cuál es la naturaleza de las cosas; 2.a qué postura hay que
adoptar respecto a ellas; 3.a qué consecuencias resultarán de esta postura.
Pero las cosas se muestran todas igualmente indiferentes, inciertas e
indiscernibles. Por esto la única
posición posible es la de no pronunciarse respecto a ninguna de ellas (afasia)
y permanecer completamente indiferentes frente a ellas (ataraxia).
LA ACADEMIA
MEDIA
La escuela de Pirrón se agotó muy
pronto; pero la orientación escéptica fue emprendida nuevamente por los
filósofos de la Academia, que hallaban el fundamento de ella en lo íntimo de la
doctrina platónica. De hecho, Platón había sostenido constantemente que no
puede haber ciencia del mundo sensible (§ 59). La ciencia concierne al mundo del ser, no al mundo de los sentidos,
respecto al cual solamente se pueden lograr opiniones probables. Pero la
especulación en torno al mundo del ser no interesaba ya a los filósofos de este
período, que pedían a la filosofía que se convirtiera en instrumento de los
fines prácticos de la vida. Y así, de la doctrina platónica, conservaba
actualidad sólo la parte negativa, aquella precisamente que negaba validez de
ciencia al conocimiento del mundo sensible y reducía tal conocimiento a mera
opinión probable.
Inició esta orientación de la
Academia Arcesilao de Pitane (315-14—241-40), quien sucedió a Crates en la
dirección de la escuela.
Arcesilao
no escribió nada,
de modo que conocemos sus doctrinas sólo indirectamente.
Según un testimonio de Cicerón (De
orat., III, 18, 67), no manifestó ninguna opinión propia, sino que se
limitó a discutir las opiniones que los otros manifestaban. Quiso remedar a
Sócrates; pero para ir más allá que el mismo Sócrates. Si Sócrates afirmaba que el hombre nada podía saber, aparte esto
precisamente, el no saber nada, Arcesilao incluso negaba que esto se pudiera
afirmar con seguridad. Por Sexto Empírico sabemos que sus principales
críticas fueron dirigidas a su coetáneo Zenón de Cizio, fundador de la Stoa.
Arcesilao negaba que hubiese una representación cataléctica porque negaba
que hubiese una representación que no pudiera ser falsa. Por eso la función del
sabio no es la de dar su ascenso a una representación cualquiera, sino
abstenerse de todo asentimiento. En cuanto a la acción, no necesita de la
representación cataléctica. Arcesilao afirmaba que la norma de lo que se debe
elegir o evitar es el buen sentido o la razonabilidad (ευλογία) que es la base de la prudencia (Sexto E., Adv. math., VII, 153, y sigs.).
Siguieron
a Arcesilao, como directores de la escuela, otros maestros (Lacides, Telecles,
Evandro y Hegesino), de los cuales no se sabe nada, excepto que siguieron la orientación de
Arcesilao. Al último, sucedió Carnéades.
LOS
ÚLTIMOS ESCÉPTICOS
Abandonada
por la Academia, la orientación escéptica fue de nuevo adoptada por otros
pensadores que quisieron atenerse directamente al fundador del escepticismo,
Pirrón.
Estos pensadores, que florecieron desde el último siglo antes de Jesucristo
hasta el siglo 11 después de Cristo, no quisieron formar una escuela, sino sólo
una orientación (a)gwgh/).
Los principales
fueron Enesidemo, Agripa y Sexto Empírico. Enesidemo de Cnosos enseñó en
Alejandría. Escribió ocho libros de Discursos pirronianos, que se han
perdido. De las repetidas afirmaciones de Cicerón, que considera apagado el pirronismo
en su tiempo, se deduce que Enesidemo debió empezar su actividad después de la
muerte de Cicerón (43 a. de C.). Según Sexto
Empírico, el escepticismo era considerado por Enesidemo como un camino hacia la
filosofía de Heráclito: "El hecho de que los contrarios parecen pertenecer
a una misma cosa, conduce a admitir que son verdaderamente una misma cosa"
(Elementos pirronianos, I, 210). Esta afirmación no significa que
Enesidemo haya pasado del escepticismo al heraclitanismo, sino tan sólo que él, como Platón en el Teetetes, veía
en el heraclitanismo, que identifica los contrarios, el fundamento de toda concepción
relativista o escéptica, que defiende que los contrarios son igualmente
verdaderos o igualmente falsos. Según Sexto Empírico, Enesidemo admitía diez modos (tropos) para llegar a la
suspensión del juicio.
El
primero es la diferencia entre los animales, por la cual
podemos juzgar entre nuestras representaciones y las de los animales, porque
proceden de diversas constituciones corporales. El segundo es la diferencia entre los hombres; el tercero, el
de la diferencia entre las sensaciones; el cuarto, el de las circunstancias,
esto es, de las diversas
disposiciones humanas. El quinto es el de las posiciones, de los intervalos
y de los lugares. El sexto es el de las mezclas. El séptimo, el de la cantidad
y composiciones de los objetos. El octavo, el de la relación de las cosas
entre sí y con el sujeto que las juzga. El noveno, el de la continuidad o
rareza de los encuentros entre el sujeto que juzga y el objeto. El
décimo, el de la educación, de las costumbres, de las leyes, de
las creencias y de las opiniones dogmáticas. Cada
uno de estos modos establece la diversidad en los conocimientos humanos y la
equivalencia de los conocimientos diversos, que se obtienen según la diversidad
de los mismos modos. Si las sensaciones son diversas (3.er modo) para los
diversos hombres (2. ° Modo) o en diferentes circunstancias (4. ° Modo), ¿cómo
se puede distinguir entre la verdadera y la falsa? Si los objetos parecen
diferentes según se presenten mezclados o sencillos (6. ° Modo) o en número
mayor o menor (7. ° Modo), o según se presentan aislados o en relación (8. ° Modo),
o raramente o frecuentemente al hombre (9. ° Modo), ¿cómo se puede decidir cuál es la verdadera realidad del objeto? No
queda, pues, otra posibilidad que suspender el juicio. Lleva a esta misma
conclusión la consideración de la diversidad entre las creencias y las
opiniones humanas, diversidad que hace imposible decidirse por una u otra de
ellas.
A
Agripa (de quien no se sabe nada), Sexto Empírico atribuye otros cinco modos
para llegar a la suspensión del juicio, modos de carácter dialéctico, útiles
sobre todo para refutar las opiniones de los dogmáticos: 1.° el modo de la discordancia,
que consiste en demostrar una disparidad que no puede superarse entre las
opiniones de los filósofos y, por consiguiente, la imposibilidad de escoger
entre ellas; 2.° el modo que consiste en reconocer que toda prueba parte de principios
que a su vez exigen una prueba, y así hasta el infinito; 3.° el modo de
la relación, por el cual nosotros conocemos el objeto en relación con
nosotros, no como es en sí mismo; 4.° el modo de la hipótesis, por el
cual se ve que toda demostración se funda en principios que no se demuestran,
sino que se admiten por convención; 5. el círculo vicioso (dialelismo),
por el cual se supone demostrado precisamente lo que se debe demostrar: lo que demuestra
la imposibilidad de la demostración.
Otros escépticos, siempre según
Sexto Empírico, reducían todos estos modos a dos fundamentales, llamados de
suspensión, esto es, demostrando que no se puede comprender nada ni por sí, ni
por otra cosa. Que nada se pueda comprender por sí, resulta del desacuerdo que existe
entre las opiniones de los hombres, desacuerdo que no puede solucionarse, pues
no hay ningún criterio que a su vez no sea objeto de desacuerdo. El que nada pueda
comprenderse por otra cosa, resulta del hecho de que en este caso sería
menester recurrir al infinito o cerrarse en un círculo, ya que cualquier cosa
requerirá, para ser comprendida, otra, y así sucesivamente.
SEXTO EMPÍRICO
La fuente de todos los datos
sobre el escepticismo antiguo es la obra de Sexto, el cual, como médico, tuvo
el sobrenombre de Empírico y desarrolló su actividad entre el año 180 y el 210
d. de C. De él tenemos tres escritos. Los Elementos (u)potupwsij)
pirronianos, en tres libros, que son un compendio de filosofía escéptica.
Los otros dos están comprendidos tradicionalmente bajo el título impropio de Contra
los matemáticos. Ahora bien, ma/qhma es la enseñanza en sentido objetivo,
la ciencia en cuanto objeto de enseñanza; matemáticos son, pues, los
cultivadores de las ciencias, esto es, de la gramática, retórica, y de las ciencias
del cuadrivio (como se llamaron en la Edad Media), que Platón, en la República,
consideraba como propedéuticas de la dialéctica: geometría, aritmética,
astronomía y música.
Contra estas ciencias van
dirigidos los libros I-VI de la obra. Los libros VII-XI van dirigidos contra
los filósofos dogmáticos. Estos escritos de Sexto son importantes, no sólo
porque representan el compendio de todo el escepticismo antiguo, sino también
porque son fuentes preciosas para el conocimiento de las mismas doctrinas, que
combaten. Los puntos más famosos de las refutaciones de Sexto, además de la
doctrina de los tropos, son los siguientes:
Crítica
del procedimiento silogístico. — Este
procedimiento es siempre un círculo vicioso (dialelo). Cuando se dice:
"Todo hombre es animal, Sócrates es hombre, luego Sócrates es
animal", no se podría admitir la premisa "todo hombre es animal"
si no se tuviera por demostrada la conclusión de que también Sócrates por ser
hombre es animal.
Por esto, mientras se tiene la pretensión de demostrar la conclusión haciéndola
derivar de un principio universal, en realidad ya se la supone demostrada.
Crítica
del concepto de causa. — Se
dice que la causa produce el efecto; luego debería preceder al efecto y existir
antes que él. Pero si existe antes de producir el efecto, es causa antes de ser
causa. Por
otra parte, la causa no puede evidentemente seguir al efecto; ni ser
contemporánea con él, porque el efecto no puede nacer sino de algo que ya
existe antes. (Pyrr. hyp., III, 19, y sigs.).
Crítica
de la teología estoica. — Sexto insistió ampliamente sobre
las contradicciones implícitas en el concepto estoico de la divinidad. Según
los estoicos, todo lo que existe es corpóreo; luego, también Dios. Pero un cuerpo o es compuesto y está sujeto a
descomposición, siendo así mortal; o es simple, y entonces es agua o aire o
tierra o fuego. Dios, por consiguiente, debería ser mortal o un elemento
inanimado: lo cual es absurdo. (Adv. Math IX, 180). Por otra parte,
si Dios viviera sentiría, y si sintiera recibiría placer y dolor; pero dolor
significa turbación, y si Dios es capaz de turbación, es mortal. Otras
dificultades se derivan de atribuir todas las perfecciones a Dios. Si Dios
tiene todas las virtudes, tiene también valor; pero el valor es la ciencia de las
cosas temibles y no temibles, por tanto, hay algo temible para Dios; lo cual es
absurdo. (Ib., IX, 152 y sigs.)
Sexto Empírico se servía de todos
estos argumentos para reforzar la postura escéptica de la suspensión del
juicio.
En la vida práctica el escéptico
debe, según Sexto, seguir las apariencias de los fenómenos. Por esto son cuatro las guías fundamentales: las
indicaciones que la naturaleza le da a través de los sentidos, las necesidades
del cuerpo, las tradiciones de las leyes y de las costumbres y las reglas de
las artes. Con estas reglas, los últimos escépticos intentaron distinguirse
del criterio sugerido por la Academia Media, de la acción motivada o razonable.
Según
Sexto, la diferencia fundamental entre el escepticismo pirroniano y el de los
académicos, es ésta: que mientras los académicos admiten que saben sólo que
no es posible saber nada, los pirronianos evitan esta afirmación y se
limitan a la búsqueda (Elm. pirron., I, 3). Sexto Empírico quiso, en
otras palabras, realizar el ideal de una investigación que sea solamente
búsqueda, sin punto de partida ni de llegada.
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