Berlin, una calidad ciudad


Berlin, esa ciudad que es, pero que no termina de ser. Tiene su encanto marcado por la historia y podes transitarla a cada paso, melancólica, gris, alegre, soñada, depende del color del dia.
Su gente agradable, simpática, cordial, de buen trato, educada, con muchas ganas de seguir dando vuelta la pagina.
Todo convive en un sinfín de emociones que se mueven al compás de una ruleta rusa.
El 80% de la población local habla ingles, y hasta saben varias palabras en español, quede sorprendida, en varias ocasiones tuve que averiguar sobre el transporte y a cualquiera que le preguntara al azar sabia el idioma, ese transporte que parece caótico al principio con palabras indescifrables, idiomas difíciles si los hay, pero que cuando lo entendes, te das cuenta que funciona casi a la perfección, todo llega en su horario justo, no hay lugar para el error, todo funciona como un reloj ajustado... a los tiempos modernos.
En varios lugares turísticos hay cirujas, uno por lugar cabe aclarar, con carteles y a los gritos protestando sobre cosas del pasado y del presente, aunque yo no supiera alemán, se entendía la consigna perfectamente, parecen locos atrapados en un tiempo que no les corresponde, sin embargo es claro que no están de acuerdo con el mundo actual ni con lo que sucede en su país natal, y sus gritos son gritos de su verdad.
Nos han tratado muy bien desde el primer día, hemos recorrido muchos lugares no turísticos precisamente y la amabilidad y simpatía han sido la misma que en el centro de la ciudad, agradezco que la gente se equivoque cuando dicen que los alemanes son fríos, yo el único frío que sentí fue el que me atrapo cuando se oculto el sol.