Idealismo Trascendental o Crítico



Kant utilizó la expresión "idealismo trascendental" para designar su propia filosofía y distinguirla del idealismo de Berkeley. Lo esencial de esta doctrina es la afirmación de que el conocimiento humano sólo puede referirse a los fenómenos y no a las cosas en sí mismas. Esta tesis implica, en primer lugar, que en la  experiencia de conocimiento el psiquismo humano influye en el objeto conocido, y, en segundo lugar, la afirmación de los límites del conocimiento humano. El idealismo filosófico se contrapone al realismo filosófico, teoría según la cual la experiencia de conocimiento no influye o determina al objeto conocido sino que en ella el objeto se muestra sin distorsiones esenciales a la mente que lo conoce. Muchos autores creen que el idealismo kantiano es una forma sofisticada de subjetivismo y de relativismo.
A Kant le resultó tan fascinante la labor de Newton como la de todos los pensadores ilustrados (especialmente Hume). Para Kant la ciencia de Newton era un edificio perfecto y acabado que sólo le faltaba una fundamentación filosófica, especialmente gnoseológica, es decir, la explicación de la teoría del conocimiento que subyacía en el trabajo físico y matemático de Newton.
Sin embargo en Alemania, la labor de Newton chocaba con la tradición de Leibniz, en la cual Kant se había formado. Kant sin renegar de Leibniz le superó aceptando críticamente a Newton. Conciliar Leibniz y Newton se encuadra en un problema más amplio típico del pensamiento ilustrado: La oposición entre racionalismo y empirismo. Ésta es la razón principal por la que definimos el pensamiento de Kant como ilustrado. A Kant no le satisface completamente ni una ni otra filosofía. El racionalismo salvaba el valor universal y necesario del conocimiento, pero se alejaba de la realidad por no admitir la experiencia. Por el contrario el empirismo había convertido el conocimiento del mundo en una creencia sin posible justificación racional.

La revolución copernicana: Para Kant hay un error fundamental en el racionalismo y en el empirismo, que les impide dar una explicación satisfactoria al conocimiento y su validez científica. Ese error además lo han cometido todas las filosofías precedentes: Se ha creído siempre que en el conocimiento el sujeto debe acomodarse al objeto. Como los resultados son negativos hay que cambiar el planteamiento, haciendo que el objeto se acomode al sujeto. Este cambio es tan necesario como para la astronomía fue aceptar que no era el Sol el que giraba alrededor de la Tierra sino al contrario (Copérnico).
Así pues, el sujeto (sus facultades y sus leyes) será el centro de la explicación y justificación del conocimiento, pero no se parece en nada al sujeto de Descartes, porque no posee ideas innatas. Por consiguiente necesita adquirir, por y desde la experiencia los contenidos de su conocimiento. Esto es empirista, pero Kant va más allá: La experiencia entrega materiales de conocimiento dispersos, que a lo sumo (siguiendo a Hume) se unen por leyes empíricas de asociación que carecen de universalidad y necesidad. Éstas son puestas por el sujeto al reducir a la unidad (a síntesis) la pluralidad dispersa que aporta la experiencia.
En conclusión, conocer objetivamente es para Kant sintetizar lo dado en la experiencia con lo puesto por el sujeto. Como el acto de síntesis se realiza en el juicio, hay que determinar qué es un juicio científico.
En su “Crítica de la razón pura”, Kant trata de resolver los problemas por las dos posturas estudiadas arriba, tratando de entender el papel de la razón, sus usos y límites, haciendo de este un rastreo o seguimiento. Para esto, Kant realizó lo que llamó la revolución copernicana de la filosofía. Sabemos que la revolución copernicana se llevó a cabo en el campo de la astronomía, el sistema geocéntrico, cambiando a ser heliocéntrico. En la filosofía, esta revolución significa un cambio de enfoque en el objeto, de modo que antes de la mente debe adaptarse a él y ahora, el objeto debe adaptarse a la mente. ¿Volvemos al cartesianismo? No. Y aquí está el porqué. Kant hace la distinción entre noúmeno (la cosa en sí) y el fenómeno (apariencia). Esta distinción demuestra que el hombre sólo puede conocer las cosas como aparecen a la mente, no en sí mismas (ya sea por las ideas innatas cartesianas, la idea es la copia exacta de la sensación). El fenómeno es una representación que el sujeto sufre cuando algo lo modifica No conozco lo que me afecta, apenas sé que estoy afectado por algo de lo cual puedo crear una imagen. Esto implica varios descubrimientos. En primer lugar, el espíritu percibe algo de los sentimientos porque tenemos formas propias para eso. Nuestra “intuición”, como Kant llama a la sensación, es determinada –a priori- por las formas de la sensibilidad que son el espacio y el tiempo. Observad: espacio y tiempo no son cualidades inherentes a los objetos y sí condiciones anteriores a la experiencia que facilitan que estas ocurran. La mente no es algo vacío como quería John Locke, ella organiza el material que recibe de la sensación según las formas del espacio y del tiempo. A través de la intuición, los objetos son dados y la doctrina que estudia los datos de la sensibilidad es la Estética Transcendental. En segundo lugar, la mente se organiza y clasifica las cosas de acuerdo a una serie de categorías que no son intuidas, pero sí deducidas por el intelecto. La ciencia del intelecto es la lógica en general. La lógica trascendental es la doctrina que estudia el origen de los conceptos y se ocupa específicamente de los conceptos a priori que se refieren a objetos que en este caso ya no son meros datos sino también pensados. Solamente la sensibilidad es intuitiva. El intelecto es discursivo y por eso sus conceptos son funciones que unifican, ordenan, simplifican el múltiplo dado en una intuición, una representación común: eso significa pensar, y pensar es también juzgar. Por lo tanto, el intelecto es la facultad de juzgar (y no de la razón). El éxito de la revolución copernicana forjada por Kant es que el fundamento del objeto está en el sujeto, esto es, la unidad del objeto en la experiencia es constituida, en la realidad, en la unidad sintética del sujeto pensante, denominada como Apercepción Trascendental. Lo que Yo pienso es la unidad originaria y suprema de la autoconsciencia dominada por las 12 categorías, principio de todo el conocimiento humano. La intuición y el concepto son heterogéneos entre sí (uno es dado, el otro es pensado), exigiendo un tercer término que sea homogéneo entre ellos para facilitar el conocimiento. Los juicios hechos únicamente por la intuición (sin concepto) son juicios ciegos, vagos, inútiles. Juicios hechos solamente con el concepto (sin intuición) nos llevan a errores de la imaginación (paralogismo). Luego, el juicio que puede ser hecho para que conozcamos algo tiene que estar unido a la intuición, aliado a las categorías del intelecto, hace que la cosa se vuelva objeto para mí. Este procedimiento es llamado como Esquema Transcendental producido por la Imaginación Transcendental. Por lo tanto, existe la posibilidad de la ciencia como juicios universales y necesarios realizados por los sistemas a priori de la razón humana. Sin embargo, el conocimiento se limita a lo “fenomenal”, demostrando que no podemos extender nuestros juicios de las cosas como son en sí mismas, sino sólo a la forma en que se nos presentan. La cosa en sí (noúmeno) se nos escapa, no puede ser conocida, sólo pensada. Esta es sólo la primera división de la Lógica Trascendental, conocida como la Analítica Trascendental. Ahora debe pasar a la segunda parte. Segunda Parte Esta segunda división, llamada la Dialéctica Trascendental, es una al uso ‘hiperfísico’ del intelecto, con el objetivo de revelar las apariencias, ilusiones y delirios causados por el deseo de ir más allá de los fenómenos. La razón e el intelecto cuando se pone en marcha para más allá de lo físico, de lo condicionado, buscando lo incondicionado, huyendo del horizonte de la experiencia. La Razón es la facultad de lo incondicionado, es decir, es la metafísica y es destinada a permanecer como una pura exigencia del absoluto e incapaz de alcanzarla a través del conocimiento. La Razón no conoce los objetos. Por lo tanto, el intelecto es la facultad de juzgar, la Razón es la facultad de ‘silogizar’, es decir, pensar en los conceptos y los juicios puros deduciendo de ahí conclusiones particulares a partir de principios supremos y no condicionados.




La crítica del principio de causalidad



El principio de causalidad: Como hemos visto en la explicación del conocimiento, el conocimiento de hechos está fundado en la relación causa y efecto. Esa relación se había interpretado tradicionalmente, bajo la noción del principio de causalidad, como uno de los principios fundamentales del entendimiento, y como tal había sido profusamente utilizado por los filósofos anteriores, tanto medievales como antiguos, del que habían extraído lo fundamental de sus concepciones metafísicas. Recordemos, por ejemplo, la utilización que hace Aristóteles de la teoría de las cuatro causas, o el recurso de santo Tomás al principio de causalidad para demostrar la existencia de Dios en las cinco vías.
¿Pero qué contiene exactamente la idea de causalidad? Según Hume, la relación causal se ha concebido tradicionalmente como una "conexión necesaria" entre la causa y el efecto, de tal modo que, conocida la causa, la razón puede deducir el efecto que se seguirá, y viceversa, conocido el efecto, la razón está en condiciones de remontarse a la causa que lo produce.
No existen ideas, de las que aparecen en metafísica, más oscuras e inciertas que aquellas de poder, fuerza, energía o conexión necesaria, las cuales surgen siempre en todas nuestras disquisiciones.
¿Qué ocurre si aplicamos el criterio de verdad establecido por Hume para determinar si una idea es o no verdadera? Una idea será verdadera si hay una impresión que le corresponde. ¿Hay alguna impresión que corresponda a la idea de "conexión necesaria" y, por lo tanto, es legítimo su uso, o es una idea falsa a la que no corresponde ninguna impresión?.
Si observamos cualquier cuestión de hecho, por ejemplo el choque de dos bolas de billar, nos dice Hume, observamos el movimiento de la primera bola y su impacto (causa) sobre la segunda, que se pone en movimiento (efecto); en ambos casos, tanto a la causa como al efecto les corresponde una impresión, siendo verdaderas dichas ideas. Estamos convencidos de que si la primera bola impacta con la segunda, ésta se desplazará al suponer una "conexión necesaria" entre la causa y el efecto: ¿Pero hay alguna impresión que le corresponda a esta idea de "conexión necesaria"? No, dice Hume. Lo único que observamos es la sucesión entre el movimiento de la primera bola y el movimiento de la segunda; de lo único que tenemos impresión es de la idea de sucesión, pero por ninguna parte aparece una impresión que corresponda a la idea de "conexión necesaria", por lo que hemos de concluir que la idea de que existe una "conexión necesaria" entre la causa y el efecto es una idea falsa.
El impulso de una bola de billar se acompaña del movimiento de la otra. Esto es todo lo que aparece ante los sentidos externos. La mente no percibe ningún sentimiento ni impresión interna de esta sucesión de objetos. Consecuentemente, no existe, en ningún caso particular de causa y efecto, ninguna cosa que pueda sugerir la idea de poder o conexión necesaria.
¿De dónde procede, pues, nuestro convencimiento de la necesidad de que la segunda bola se ponga en movimiento al recibir el impacto de la primera? De la experiencia: el hábito, o la costumbre, al haber observado siempre que los dos fenómenos se producen uno a continuación del otro, produce en nosotros el convencimiento de que esa sucesión es necesaria.
¿Cuál es, pues, el valor del principio de causalidad? El principio de causalidad sólo tiene valor aplicado a la experiencia, aplicado a objetos de los que tenemos impresiones y, por lo tanto, sólo tiene valor aplicado al pasado, dado que de los fenómenos que puedan ocurrir en el futuro no tenemos impresión ninguna. Contamos con la producción de hechos futuros porque aplicamos la inferencia causal; pero esa aplicación es ilegítima, por lo que nuestra predicción de los hechos futuros no pasa de ser una mera creencia, por muy razonable que pueda considerarse. Dado que la idea de "conexión necesaria" ha resultado ser una idea falsa, sólo podemos aplicar el principio de causalidad a aquellos objetos cuya sucesión hayamos observado: ¿Cuál es el valor, pues, de la aplicación tradicional del principio de causalidad al conocimiento de objetos de los que no tenemos en absoluto ninguna experiencia? Ninguno, dirá Hume. En ningún caso la razón podrá ir más allá de la experiencia, lo que le conducirá a la crítica de los conceptos metafísicos (Dios, mundo, alma) cuyo conocimiento estaba basado en esa aplicación ilegítima del principio de causalidad.

Hume y el empirismo




Hume (1771/1776) fue uno de los representantes más característicos del empirismo y un crítico del conocimiento que influyó en el pensamiento de Kant, porque su doctrina moral lo llevó a reflexionar y a tomar un nuevo rumbo que dio lugar a su filosofía trascendental. El pensamiento de Hume obligó a Kant a replantearse los fundamentos del conocimiento y principalmente de la metafísica.
A su vez, Hume recibió las influencias tanto del teólogo y filósofo empirista irlandés George Berkeley (1685-1753), como del filósofo empirista inglés John Locke (1632-1704). Hume señala que todas las ciencias guardan relación con la naturaleza humana, es decir, todas las ciencias caen bajo las capacidades del ser humano y son juzgados por el hombre. El  único método válido para Hume es el de Newton pero aplicado a la ciencia del hombre.
La propuesta de Hume era que todas las ciencias se relacionan con la naturaleza humana; por lo tanto consideraba que la base de las ciencias debía ser el estudio de la naturaleza humana, en función a la experiencia.
Para Hume, la totalidad del contenido del pensamiento humano se puede dividir en dos grandes grupos: las ideas y las impresiones sensibles.
Todas las ideas, aún las más complejas, son derivadas de las impresiones sensibles. Acepta como única fuente de conocimiento la sensación y elabora la teoría asociacionista; refutando a la vez los conceptos de sustancia y causalidad que dominaban en el pensamiento racionalista.
No niega la posibilidad de la existencia de una substancia o causalidad reales pero si afirma la imposibilidad de conocerlas.
Por lo tanto, si se aplica esta teoría a los juicios, para atribuir una causa a un hecho, es necesaria la observación continuada de la secuencia causa-efecto.
La relación causal no está en las cosas sino que la genera el sujeto como idea compleja a partir de impresiones sensibles.
También fue importante su aporte al pensamiento en el área de la economía, iniciando una crítica al mercantilismo.
Su concepción del dinero como símbolo y su crítica a los terratenientes lo transformó en un ideólogo de la burguesía comercial.
Hume, fue parte de los economistas anteriores a Adam Smith y a la escuela clásica.
Critica al racionalismo: Se podría decir que el Empirismo es una constante del pensamiento filosófico, político y científico inglés, y esta calificación permite integrar a todos los filósofos ingleses en una misma corriente, desde la Escuela de Oxford (s. XIII), pasando por Ockham hasta Russell. Pero cuando en la Historia de la Filosofía se habla de "periodo empirista", se alude a un periodo más reducido que abarca desde F. Bacon (s. XVI) hasta D. Hume (s. XVIII) y que englobaría a otros pensadores como Hobbes, Locke y Berkeley. Esta línea de pensamiento coincide con un crecimiento de la economía y surgimiento de la política liberal burguesa en Inglaterra a partir de la Revolución de Cromwell y la primera república (1649-1660): en 1688 se produce la Declaración de los Derechos, suponiéndose la primacía del parlamento sobre el rey, sistema basado en el "contrato social" y no en el derecho divino. Filosóficamente, el Empirismo moderno se caracteriza por ser una respuesta al Racionalismo.
Sin embargo, y aunque la crítica se dirige en una parte importante contra el Racionalismo, hay una cierta comunidad entre Empirismo y Racionalismo que es necesario tener en cuenta: ambos movimientos son herederos del sistema cartesiano; cada uno de ellos, a su manera, acepta que la filosofía debe tener como una de las premisas fundamentales la necesidad de partir de lo dado de un modo inmediato al hombre, a la propia conciencia. Para ambas corrientes, el objeto del entendimiento serán las "ideas": "Llamo idea a todo lo que la mente percibe en sí misma, o es objeto inmediato de percepción del pensamiento, o del entendimiento" (Locke. Ensayo sobre el entendimiento humano, libro 2, cap. VIII, 8).
Hume también pretende hacer un estudio sobre el entendimiento humano y encontrar en su funcionamiento la base para encontrar el fundamento de las ciencias. Para Hume el principio de cualquier conocimiento humano está en la experiencia. Todo lo que conocemos son percepciones. Estas pueden ser más intensas y primera, las impresiones de los sentidos, o menos intensas y confusas, las ideas. De las primeras surgirán las "Verdades de Hecho" en las que se apoyarán las ciencias empíricas, la física. De las ideas y de las leyes que permiten asociarlas surgirán las "Verdades de relaciones de ideas" donde se apoyarán las matemáticas. ¿Qué sitio queda para la metafísica, una supuesta ciencia que pretende conocer objetos más allá de la experiencia sensible?, para Hume ninguno.
El empirismo. (p. 235, 236, 237)/Intenciones de la filosofía de Hume (p. 251 y ss)./Unificación de las ciencias. (p 251, 252)/Crítica al conocimiento. (p. 252)/Crítica a la metafísica./La teoría del conocimiento. (p. 253, 254)/Verdades de razón y verdades de hecho. (p. 254, 255)/La realidad (crítica al concepto de substancia y al principio de causalidad). (p. 255, 256)/Justificación de la ciencia./Las matemáticas. (p. 257)/La física. (p. 257)/La metafísica. (p 257, 258)./La ética y la política. (p 258, 259)

 El origen del conocimiento y sus clases: A diferencia del racionalismo, que afirmaba que la razón era la fuente del conocimiento, el empirismo tomará la experiencia como la fuente y el límite de nuestros conocimientos. Ello supondrá la crítica del innatismo, es decir, la negación de que existan "ideas" o contenidos mentales que no procedan de la experiencia. Cuando nacemos la mente es una "tabula rasa" en la que no hay nada impreso. Todos sus contenidos dependen, pues, de la experiencia. En el caso de Hume, como veremos a continuación, la experiencia está constituida por un conjunto de impresiones, cuya causa desconocemos y, estrictamente hablando, no debe identificarse con "el mundo", con "las cosas".

Al igual que el racionalismo, el empirismo tomará como punto de partida de la reflexión filosófica el análisis de la conciencia; ante el fracaso de la filosofía antigua y de la filosofía medieval, que habían tomado como referencia el mundo y Dios, respectivamente, la filosofía moderna se caracteriza por tomar el sujeto como punto de partida de la reflexión filosófica. Así, del mismo modo que Descartes, una vez descubierto el "yo pienso", pasa a analizar el contenido del pensamiento, los empiristas comenzarán sus indagaciones analizando los contenidos de la conciencia.
El análisis del conocimiento en Hume: He aquí, pues, que podemos dividir todas las percepciones de la mente en dos clases o especies, que se distinguen por sus distintos grados de fuerza o vivacidad. Las menos fuertes e intensas comúnmente son llamadas pensamientos o ideas; la otra especie carece de un nombre en nuestro idioma, como en la mayoría de los demás, según creo, porque solamente con fines filosóficos era necesario encuadrarlos bajo un término o denominación general. Concedámonos, pues, a nosotros mismos un poco de libertad, y llamémoslas impresiones, empleando este término en una acepción un poco distinta de la usual. Con el término impresión, pues, quiero denotar nuestras percepciones más intensas: cuando oímos, o vemos, o sentimos, o amamos, u odiamos, o deseamos, o queremos. (Investigación, sec.2)
Los elementos del conocimiento: Tanto en el Tratado como en la "Investigación sobre el entendimiento humano" Hume comienza la presentación de su filosofía con el análisis de los contenidos mentales. A diferencia de Descartes, para quien todos los contenidos mentales eran "ideas", Hume encuentra dos tipos distintos de contenidos: las impresiones y las ideas. La diferencia que existe entre ambas es simplemente la intensidad o vivacidad con que las percibimos, siendo las impresiones contenidos mentales más intensos y las ideas contenidos mentales menos intensos. Además, la relación que existe entre las impresiones y las ideas es la misma que la del original a la copia: "o, para expresarme en un lenguaje filosófico, todas nuestras ideas, o percepciones más endebles, son copias de nuestras impresiones o percepciones más intensas". Es decir, las ideas derivan de las impresiones; las impresiones son, pues, los elementos originarios del conocimiento; de esta relación entre las impresiones y las ideas extraerá Hume el criterio de verdad: una proposición será verdadera si las ideas que contiene corresponden a alguna impresión; y falsa sino hay tal correspondencia.
Por tanto, si albergamos la sospecha de que un término filosófico se emplea sin significado o idea alguna (como ocurre con demasiada frecuencia), no tenemos más que preguntarnos de qué impresión se deriva la supuesta idea, y si es imposible asignarle una; esto serviría para confirmar nuestra sospecha.
Las impresiones, por su parte, puede ser de dos tipos: de sensación, y de reflexión. Las impresiones de sensación, cuya causa es desconocida, las atribuimos a la acción de los sentidos, y son las que percibimos cuando decimos que vemos, oímos, sentimos, etc; las impresiones de reflexión son aquellas que van asociadas a la percepción de una idea, como cuando sentimos aversión ante la idea de frío, y casos similares. Además, las impresiones pueden clasificarse también como simples o complejas; una impresión simple sería la percepción de un color, por ejemplo; una impresión compleja, la percepción de una ciudad.
Las ideas, a su vez, pueden clasificarse en simples y complejas. Las ideas simples son la copia de una impresión simple, como la idea de un color, por ejemplo. Las ideas complejas pueden ser la copia de impresiones complejas, como la idea de la ciudad, o pueden ser elaboradas por la mente a partir de otras ideas simples o complejas, mediante la operación de mezclarlas o combinarlas según las leyes que regulan su propio funcionamiento.
Las leyes de la asociación de ideas: Es evidente que hay un principio de conexión entre los distintos pensamientos o ideas de la mente y que, al presentarse a la memoria o a la imaginación, unos introducen a otros con un cierto grado de orden y regularidad.
La capacidad de la mente para combinar ideas parece ilimitada, nos dice Hume. Pero por poco que nos hayamos detenido a reflexionar sobre la forma en que se produce esta combinación de ideas podremos observar cómo "incluso en nuestras más locas y errantes fantasías, incluso en nuestros mismos sueños", esa asociación se produce siempre siguiendo determinadas leyes: la de semejanza, la de contigüidad en el tiempo o en el espacio, y la de causa o efecto.
Cuando la mente se remonta de los objetos representados en una pintura al original, lo hace siguiendo la ley de semejanza. Si alguien menciona una habitación de un edificio difícilmente podremos evitar que nuestra mente se pregunte por, o se represente, las habitaciones contiguas; del mismo modo, el relato de un acontecimiento pasado nos llevará a preguntarnos por otros acontecimientos de la época; en ambos casos está actuando la ley de asociación por contigüidad: en el espacio, el primer caso; y en el tiempo, en el segundo caso. El caso de pensar en un accidente difícilmente podremos evitar que venga nuestra mente la pregunta por la causa, o por las consecuencias del mismo, actuando en este caso la ley de la causa y el efecto.
Según Hume, pues, son estas tres leyes las únicas que permiten explicar la asociación de ideas, de tal modo que todas las creaciones de la imaginación, por delirantes que puedan parecernos, y las sencillas o profundas elaboraciones intelectuales, por razonables que sean, les están inevitablemente sometidas.
Los tipos de conocimiento: En la sección cuarta de la "Investigación sobre el entendimiento humano", que lleva por título "dudas escépticas acerca de las operaciones del entendimiento" se plantea Hume la cuestión de determinar cuáles son las formas posibles de conocimiento. Siguiendo la distinción que había hecho Leibniz entre verdades de razón y verdades de hecho, Hume nos dirá que todos los objetos de la razón e investigación humana puede dividirse en dos grupos: relaciones de ideas y cuestiones de hecho.
Los objetos de la razón pertenecientes al primer grupo son "las ciencias de la Geometría, Álgebra y Aritmética y, en resumen, toda afirmación que sea intuitiva o demostrativamente cierta". La característica de estos objetos es que pueden ser conocidos independientemente de lo que exista "en cualquier parte del universo". Dependen exclusivamente de la actividad de la razón, ya que una proposición como "el cuadrado de la hipotenusa es igual al cuadrado de los dos lados de un triángulo rectángulo" expresa simplemente una determinada relación que existe entre los lados del triángulo, independientemente de que exista o no exista un triángulo en el mundo. De ahí que Hume afirme que las verdades demostradas por Euclides conservarán siempre su certeza. Las proposiciones de este tipo expresa simplemente relaciones entre ideas, de tal modo que el principio de contradicción sería la guía para determinar su verdad o falsedad.
El segundo tipo de objetos de la razón, las cuestiones de hecho, no pueden ser investigadas de la misma manera, ya que lo contrario de un hecho es, en principio, siempre posible. No hay ninguna contradicción, dice Hume, en la proposición "el sol no saldrá mañana", ni es menos inteligible que la proposición "el sol saldrá mañana". No podríamos demostrar su falsedad recurriendo al principio de contradicción. ¿A qué debemos recurrir, pues, para determinar si una cuestión de hecho es verdadera o falsa? Todos los razonamientos sobre cuestiones de hechos parecen estar fundados, nos dice, en la relación de causa y efecto.
Si estamos convencidos de que un hecho ha de producirse de una determinada manera, es porque la experiencia nos lo ha presentado siempre asociado a otro hecho que le precede o que le sigue, como su causa o efecto. Si oímos una voz en la oscuridad, estamos seguros de la presencia de una persona: no porque hayamos alcanzado tal seguridad mediante un razonamiento a priori, sino que "surge enteramente de la experiencia, cuando encontramos que objetos particulares cualesquiera están constantemente unidos entre sí". Las causas y efectos, por lo tanto, no puede ser descubiertas por la razón, sino sólo por experiencia.
Podemos hablar, pues, de dos tipos de conocimiento en Hume: el conocimiento de relaciones de ideas y el conocimiento de hechos. En el primer caso el conocimiento depende de las operaciones de entendimiento reguladas por el principio de contradicción; en el segundo caso las operaciones del entendimiento están reguladas necesariamente por la experiencia, ya que al depender de la ley de asociación de la causa y el efecto, siendo una distinta del otro, no hay razonamiento a priori posible que nos permita deducir una a partir del otro, y viceversa:
Cuando razonamos a priori y consideramos meramente un objeto o causa, tal como aparece a la mente, independientemente de cualquier observación, nunca puede sugerirnos la noción de un objeto distinto, como lo es su efecto, ni mucho menos mostrarnos una conexión inseparable e inviolable entre ellos. Un hombre ha de ser muy sagaz para descubrir mediante razonamiento, que el cristal es el efecto del calor, y el hielo del frío, sin conocer previamente la conexión entre estos estados.
Por lo general, se tiende a pensar que el empirismo supone la aceptación de la existencia de objetos externos al sujeto, "las cosas", que son la causa de todas mis impresiones y, por lo tanto, de todos mis conocimientos. Esta interpretación del empirismo puede ser aceptada, siguiendo a Hume, siempre que se tenga en cuenta que ello significa una concesión al "sentido común", una "creencia razonable", pero que no se puede demostrar que los supuestos objetos externos sean la causa de mis impresiones.
El conocimiento de hechos se funda en la experiencia, pero ¿en qué se funda la experiencia? ¿Hay alguna forma de justificar la regularidad que suponemos en la experiencia, sin caer en una petición de principio? Son esas las dudas escépticas a que se refiere el título de la sección IV, que se verán ampliadas y reforzadas por la crítica de la idea de conexión necesaria entre la causa y el efecto que nos ofrecerá Hume en la sección VII de la Investigación.

El racionalismo y la filosofía moderna



Una de las primeras corrientes filosóficas que tuvieron lugar en esta época, fue el racionalismo. Esta actitud filosófica confía plenamente en la capacidad de razonar del ser humano. Esta corriente nación en la Francia del XVII y se difundió por toda Europa con una premisa básica: las ideas del pensamiento son la base de la realidad y no la información que recibimos mediante los sentidos.
El autor principal de la filosofía moderna racionalista fue Descartes que junto a otros pensadores como Spinoza y Leibniz consiguieron posicionar en una situación central al ser humano y su capacidad para pensar, reflexionar y razonar lo que se recibe a través de los sentidos. Este pensamiento basa en diferentes doctrinas que resumimos de esta forma:
Ideas innatas: Descartes y todos los racionalistas consideraban que el ser humano contenía un cúmulo de ideas de forma innata en su mente y, estas, eran el punto de partida del conocimiento.
·         Pensamiento y realidad: consideraban que existía una relación directa entre el pensamiento humano y la realidad creyendo que nuestra mente tenía la capacidad natural de conocer la realidad si sabíamos cómo usarla.
·         Conocimiento deductivo: es decir, tal y como se establece el conocimiento en ciencias como las matemáticas, los racionalistas creían que para poder averiguar el funcionamiento del mundo teníamos que partir de las premisas de una idea para, así, llegar a sus conclusiones. Si la premisa resultaba ser verdadera, entonces la conclusión también lo sería aunque no hubiera manera de probarlo.
·         Exclusión de la experiencia: los racionalistas NO experimentaron sus propias tesis de forma real sino que, únicamente, realizaban su debate mediante la razón, las ideas y el pensamiento ya que consideraban que si lograban pensar de forma correcta, hallarían la auténtica realidad.
·         Descartes y la duda metódica: La duda metódica es el nombre que recibe el paso del método de Descartes en el que este duda de todo,  el objetivo de Descartes era encontrar verdades absolutamente ciertas, esto es, de las que no se pudiera dudar, para fundamentar así el conocimiento.
Descartes inicia el proceso dudando de todo conocimiento empezando por el que proviene de los sentidos, pues frecuentemente nos engañan; si engañan una vez, pueden hacerlo siempre.
En segundo lugar, es a veces difícil distinguir el sueño de la vigilia; hay sueños que parecen muy reales, e incluso llegan a asustarnos, pudiera ser que nuestra vida de vigilia, no fuera más que un sueño (este tipo de escepticismo estaba presente en la época y lo vemos reflejado en la literatura, por ejemplo en la Vida es sueño de Calderón de la Barca).
En tercer lugar también la razón nos engaña, ya que algunas veces nos equivocamos al resolver cuentas o problemas; este hecho nos indica que podemos engañarnos siempre. Finalmente, afirma Descartes, podría existir, un genio maligno, que nos engañara a los hombres con su inmenso poder haciéndonos tomar como real lo que no es.
Sin embargo la duda metódica no lleva al escepticismo, que niega toda verdad, sino todo lo contrario; de ella va a surgir la primera evidencia o axioma: el resultado del análisis anterior revela la posibilidad de que nuestros pensamientos sean equivocados, pero con total claridad y distinción, tomamos conciencia del hecho de estar dudando, de estar pensando y de existir, porque si no existiéramos no podríamos dudar: he aquí el axioma o verdad buscada: “cogito ergo sum”, “pienso luego existo”.
Siguiendo el proceso metódico busca en el pensamiento otras ideas revestidas de igual claridad y distinción; estas ideas son la de infinito y la de extensión.
La idea de un ser infinito, de Dios, no puede tener su origen en un ser finito, limitado como es nuestro pensamiento, por tanto Descartes afirma que sólo un ser Infinito puede haber puesto en nuestra mente esa idea. La existencia es la máxima perfección. Por esto, afirma la existencia de Dios, recogiendo el antiguo argumento ontológico de San Anselmo: de la idea de Dios a la afirmación de su existencia. La existencia de un ser Infinito todopoderoso, garantiza la realidad de un mundo exterior.
Todas las verdades evidentes están en nuestro pensamiento, pero también son seres o sustancias que existen en la realidad. Descartes inicia la corriente idealista en la metafísica moderna.
El filósofo racionalista René Descartes (1596-1650) es considerado como el padre de la filosofía moderna. Su intento de hallar un método lógico-matemático para el conocimiento filosófico ha sido enormemente influyente en la historia de la filosofía posterior. Quizás su aportación más revolucionaria fue considerar al sujeto pensante (el “cogito”) como la piedra angular de todo conocimiento; esta importancia del sujeto y del conocimiento apuntará ya a las temáticas típicas de la filosofía de la modernidad.

Racionalismo y método
El racionalismo continental es un movimiento filosófico que surgió en el siglo XVII, es decir, en plena modernidad. Se llama continental, porque mientras que en las Islas Británicas se desarrollaba el movimiento empirista según el cual la experiencia juega un papel preponderante para comprender la realidad, en el continente europeo floreció el racionalismo.
Por otra parte, rechaza la lógica silogística que había imperado durante toda la escolástica. De este modo, frente a la idea escolástica, según la cual los procedimientos deben adecuarse a los distintos objetos de cada ciencia, Descartes considerará que el método ha de ser únicoes decir, común en sus reglas para todas las ciencias. La raíz principal de su racionalismo consistirá, precisamente, en postular la conveniencia de un método: un método general que daría la unidad de la ciencia universal.
 Es difícil definir con concreción el racionalismo ya que es considerable la pluralidad de autores que pueden ser llamados racionalistas. Como rasgos más sobresalientes tendríamos la importancia que concede el racionalista a la razón frente a la experiencia o al criterio de autoridad para acceder al conocimiento. También suele ser un rasgo frecuente en los racionalistas la creencia que en la mente de todos los hombres existen ideas o funciones innatas que se activan cuando se produce la experiencia pero que son independiente de ella. Por último, debemos subrayar la importancia que tiene para el racionalismo las matemáticas como modelo de conocimiento por su exactitud y sistematicidad.
 Precisamente basándose en las matemáticas Descartes construyó su método filosófico para hallar un conocimiento cierto e indudable. Descartes, como muchos otros autores de su tiempo, observaba con desencanto como la matemática o la física eran ciencias que acumulaban conocimientos con el paso del tiempo; sin embargo, se lamentaba el autor racionalista, la filosofía carece de un sistema o método propio que le permita adquirir un conocimiento verdadero y con el que estén de acuerdo todos los filósofos. Para acabar con esa situación el francés se propone construir un método que, como la geometría euclidiana, parta de algún o algunos axiomas indubitables sobre los que construirá, sistemáticamente, todo el edificio del conocimiento filosófico.
 Según Descartes adquirimos conocimiento de dos maneras, mediante la intuición y la deducción. La intuición capta las verdades simples que surgen de la misma razón de modo inmediato sin posibilidad de dudas. La deducción, por su parte, es un procedimiento intelectual por el que conectamos las verdades simples de la intuición y concluimos otras verdades a partir de ellas.
 Las reglas de este método deben ser sencillas y asimilables por todos. De hecho el filósofo racionalista consideró que con cuatro reglas bastarían:
– Primera regla: claridad y distinción: no debemos aceptar como verdad aquello que no sea evidente, claro y distinto. En este primer paso hacemos uso de la intuición, la más mínima duda sobre un conocimiento nos llevará a rechazarlo.
– Segunda regla: el análisis: debemos dividir las dificultades que encontremos durante la investigación tantas veces como sea preciso hasta la máxima simplicidad.
– Tercera regla: orden y síntesis: con esta regla de lo simple pasamos a lo complejo a través de la deducción, de este modo reconstruimos el orden de las ideas.
– Cuarta regla: enumerar y revisar: finalmente debemos enumerar los elementos del análisis y su orden para revisar todo el método y estar seguro de que no hemos omitido elementos ni reglas.
 Aplicando este método, Descartes llegó a deducir la existencia del yo (cogito) como algo indubitable y autoevidente. 

Filosofía moderna: características principales



Este periodo de la historia resultó un gran avance en la concepción del mundo y del pensamiento. Recordemos que la época que nos precede es la Edad Media, periodo en el que la religión abundaba la sociedad y donde los aspectos religiosos eran el hilo conductor de todo pensamiento humano.

Al entrar en la Edad Moderna, comenzamos a observar cómo el hombre empieza a convertirse en el centro del universo y, por ello, comienzan a aflorar diferentes corrientes filosóficas encabezadas por pensadores que se han convertido en personalidades dignas de estudio ya que renovaron la concepción del mundo y la de humanidad.
Para entender qué ocurrió en este periodo histórico, a continuación vamos a darte un listado de todo aquello que tuvo lugar en la filosofía.

Supremacía del ser humano frente a la religión
En la Edad Moderna el hombre las cuestiones humanas y naturales empiezan a adquirir una gran importancia dentro del debate filosófico; esto hace que los aspectos religiosos empiecen a formar un segundo plano pero sin llegar a desaparecer del todo. Este cambio viene dado por la nueva ciencia promovida por Galileo que aboga por una interpretación mecanicista de la realidad aportando datos seguros e indudables.
Esta nueva concepción científica influye a las corrientes filosóficas que empiezan a replantearse aspectos de sí mismos y de la realidad que puedan ser verificables y comprobados científicamente.
Aparece la teoría del conocimiento o gnoseología
Esto significa que la realidad primitiva y medieval de la ontología deja paso a una nueva corriente en la que se reflexiona sobre la realidad, no se da por hecho ni se acepta como tal, sino que se convierte en un objeto filosófico abierto al debate y al intercambio de opiniones.
Este es el motivo por el cual muchos filósofos de la filosofía moderna empezarán a cuestionarse nuestras capacidades sensoriales y cognoscitivas que nos permiten comprender realmente nuestro entorno.
Nuevo concepto de "verdad"
Anteriormente, la verdad era todo aquello que era real: la naturaleza, el ser humano, etc. Pero en la Edad Moderna, esta concepción cambia porque la verdad ya no es lo que hay en nuestro exterior sino que, ahora, la verdad se encuentra en nuestra mente, en nuestro intelecto. Nosotros somos los que tenemos la propiedad del conocimiento y, por tanto, tenemos la capacidad de alcanzar la realidad suprema.

La edad Moderna



La Edad Moderna, es un periodo histórico que, según la tradición historiográfica europea y occidental, se enmarca entre la edad media y la edad contemporánea. Comienza con la caída de Constantinopla en 1472 (S. XV) y termina con la revolución francesa en 1789 (S. XVIII). Tuvo una duración de 3 siglos.
Algunos países donde se desarrolló la filosofía moderna son: Inglaterra, Francia, Alemania, Italia e Irlanda.  Si la filosofía antigua había tomado la realidad objetiva como punto de partida de su reflexión filosófica, y la medieval había tomado a Dios como referencia, la filosofía moderna se asentará en el terreno de la subjetividad. Las dudas planteadas sobre la posibilidad de un conocimiento objetivo de la realidad, material o divina, harán del problema del conocimiento el punto de partida de la reflexión filosófica. Son muchos los acontecimientos que tienen lugar al final de la Edad Media, tanto de tipo social y político, como culturales y filosóficos, que abrirán las puertas a la modernidad, y que han sido profusamente estudiados. En lo filosófico, el desarrollo del humanismo y de la filosofía renacentista, junto con la revolución copernicana, asociada al desarrollo de la Nueva Ciencia, provocarán el derrumbe de una Escolástica ya en crisis e impondrán nuevos esquemas conceptuales, alejados de las viejas e infructuosas disputas terminológicas que solían dirimirse a la luz de algún argumento de autoridad, fuera platónica o aristotélica. De las abadías y monasterios la filosofía volverá a la ciudad; de la glosa y el comentario, a la investigación; de la tutela de la fe, a la independencia de la razón.
Los principales pensadores que formaron parte de esta época fueron Descartes, Locke, Hume, Kant o Hegel, entre muchos otros. En el Modernismo se cambió la concepción del mundo ya que el hombre sustituyó la posición centralista que, hasta entonces, había tenido la religión dentro de los debates del pensamiento. Con este nuevo período, los asuntos relacionados con la humanidad y la naturaleza de las cosas comienza a ser el tema sobre el que los filósofos debaten para, así, poder alcanzar la auténtica realidad.
Se distinguen tres corrientes filosóficas dentro de la filosofía moderna comenzando con el racionalismo, pasando por el empirismo y terminando con el idealismo.


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Filosofía Moderna. S. XVII-XVIII



Introducción y algunos conceptos

Si la filosofía antigua había tomado la realidad objetiva como punto de partida de su reflexión filosófica, y la medieval había tomado a Dios como referencia, la filosofía moderna se asentará en el terreno de la subjetividad. Las dudas planteadas sobre la posibilidad de un conocimiento objetivo de la realidad, material o divina, harán del problema del conocimiento el punto de partida de la reflexión filosófica. Son muchos los acontecimientos que tienen lugar al final de la  Edad Media, tanto de tipo social y político, como culturales y filosóficos, que abrirán las puertas a la modernidad, y que han sido profusamente estudiados. En lo filosófico, el desarrollo del humanismo y de la filosofía renacentista, junto con la revolución copernicana, asociada al desarrollo de la Nueva Ciencia, provocarán el derrumbe de una Escolástica ya en crisis e impondrán nuevos esquemas conceptuales, alejados de las viejas e infructuosas disputas terminológicas que solían dirimirse a la luz de algún argumento de autoridad, fuera platónica o aristotélica. De las abadías y monasterios la filosofía volverá a la ciudad; de la glosa y el comentario, a la investigación; de la tutela de la fe, a la independencia de la razón.
Tras la filosofía crítica de Kant el Idealismo alemán se convertirá en la corriente predominante en la Europa continental, a través de Hegel. El existencialismo de Kierkegaard, tanto como el marxismo y el vitalismo de Nietzsche serán, en buena medida, una reacción al Idealismo hegeliano que, en cierto modo, consagra la identificación del yo trascendental kantiano con el Dios del cristianismo. En Gran Bretaña, el desarrollo del positivismo utilitarista con Bentham y J.S. Mill se inspira en los principios del empirismo, distinguiéndose del positivismo "idealista" del francés A. Comte; en ambos casos, no obstante, se da una preocupación por los temas sociales y por el bienestar de la humanidad que, aunque en una dirección distinta, compartirán con el marxismo. Por lo demás, el desarrollo de las ciencias y sus continuos éxitos hacen tambalear los cimientos de la filosofía, que se ve sometida a fuertes críticas por parte de los defensores del pensamiento científico, que encuentran en la ciencia el paradigma del conocimiento verdadero. Hacia finales del siglo XIX, al desarrollo del historicismo en Alemania, con Dilthey, y del pragmatismo en los Estados Unidos, con Pierce y W. James, hemos de sumar el desarrollo de la fenomenología con Husserl.

Gnoseología: Este vocablo deriva del griego “γνωσις” o “gnosis” que quiere decir “conocimiento” o alude a la “facultad de conocer” más la voz ” λόγος” o “logos” que significa “teoría”, “doctrina” o “razonamiento” y el sufijo “ia” que hace referencia a “cualidad”. La gnoseología es una de las ramas de la filosofía también conocida como teoría del conocimiento, que tiene por objeto el estudio del conocimiento humano en general, lo relacionado a su origen, naturaleza y alcance; esta analiza el origen del conocimiento del individuo y de sus formas.
Esta rama es la encargada de estudiar los diferentes tipos de conocimientos que pueden alcanzarse y el posible problema de la fundamentación de ellos. En varias situaciones se identifica con los preceptos teoría del conocimiento o epistemología. La gnoseología puede ser descrita como la teoría general del conocimiento, que se halla reflejada en la concordancia del pensamiento entre el individuo y el objeto. En este plano el dado objeto es algo externo a la mente, un fenómeno, una idea, un concepto, etc. aunque conscientemente observado por el individuo.
Muchas veces se tiende a confundir la gnoseología con epistemología, aunque cabe destacar que esta última es también una teoría del conocimiento, pero que se diferencia de la primera debido a que se encuentra relacionada al conocimiento científico, o sea a las investigaciones científicas y a todas aquellas leyes, principios e hipótesis relacionadas. El principal objetivo de esta rama es razonar y meditar sobre la raíz, principio, la esencia o naturaleza y las limitantes del conocimiento o de la acción de conocer.

Proceso  Gnoseológico: La Gnoseología nos enseña, que el conocimiento es un proceso en cuya estructura encontramos un sujeto, un objeto, un contexto histórico, un condicionamiento material: Económico, técnico-científico, etcétera y una idea.
Frente a quienes sostienen que el conocimiento se da en la correspondencia entre Idea y Realidad Objetiva (Realismo), se contraponen quienes entienden que no es la realidad en sí la que conocemos: La realidad que conocemos es el Pensamiento mismo (Idealismo)
Kant nos habla de "Idealismo Trascendental": El pensamiento, como un alfarero, determina al objeto mediante categorías, formas y principios previos al proceso de conocimiento. El objeto, mediante sensaciones y percepciones, entra a través de los sentidos y es, en definitiva, organizado y determinado por dichas categorías que tienen un  carácter ‘a priori’.
La Teoría del Conocimiento nos enseña, que el proceso gnoseológico está sometido a limitaciones y condicionamientos endógenos, de carácter psico-biológicos, que se suceden en el ‘sujeto cognoscente’; y de carácter exógeno: Inherentes al objeto en sí y a las concretas circunstancias histórico-culturales, políticas, religiosas, científico-técnicas, económicas e ideológicas.

Teorías del  Conocimiento: He aquí unos de los grandes temas de la filosofía de todos los tiempos: elucidar en que consiste el acto de conocer, cual es la esencia del conocimiento, cual es la relación cognoscitiva entre el hombre y las cosas que lo rodean. A pesar de que es una operación cotidiana no hay un acuerdo acerca de lo que sucede cuando conocemos algo. La definición más sencilla nos dice que conocer consiste en obtener una información acerca de un objeto. Conocer es conseguir un dato o una noticia sobre algo. El conocimiento es esa noticia o información acerca de ése objeto.


La teoría del conocimiento es una doctrina filosófica. Para precisar su ubicación en el todo que es la filosofía, es necesario que antes aparezca una definición esencial de esta.
Una definición esencial de la filosofía se podría obtener atendiendo el significado de la palabra. El termino filosofía deriva del griego y quiere decir amor a la sabiduría o, lo que es lo mismo, deseo de saber, de conocer. Inmediatamente se nota que no se puede de obtener de la filosofía una definición esencial, y, por lo tanto, obligatoriamente se debe de emplear otro método.
Es verdad que Kant en su primera manifestación surge como una teoría del conocimiento o como base crítica del estudio científico. Pero no se detiene en el ámbito teórico sino que avanza a formular la base crítica de todos los campos conocibles. Al lado de la Crítica de la razón pura, se encuentra la Crítica de la razón práctica, que aborda el tema de la valorización moral, y la Crítica del juicio, cuyo objetivo son las investigaciones críticas de los valores estéticos. Así pues, en Kant aparece la filosofía como una reflexión universal del pensamiento sobre sí mismo, como una reflexión del hombre estudioso sobre los valores de su conducta.
La supresión de todos los principios materiales y objetivos, los cuales existen indudablemente en Kant, de manera que la filosofía asume un carácter puramente formal y metodológico. Ésta postura intelectual provoca una reacción que forja un nuevo movimiento en el pensamiento filosófico, el cual vuelve a inclinarse a lo material y objetivo, constituyendo una renovación del carácter aristotélico.
En todo conocimiento podemos distinguir cuatro elementos:
·         El sujeto que conoce.
·         El objeto conocido.
·         La operación misma de conocer.
·         El resultado obtenido que es la  información recabada acerca del objeto.
Dicho de otra manera: el sujeto se pone en contacto con el objeto y obtiene una información acerca del mismo. Cuando existe congruencia o adecuación entre el objeto y la representación interna correspondiente, decimos que estamos en posesión de una verdad.

Autores destacados en la Filosofía Moderna,
Thomas Hobbes 1588-1679
Rene Descartes 1596-1650- RACIONALISMO
Francis Bacon 1561-1626
John Locke 1632-1704- EMPIRISMO
Baruch Spinoza 1632-1677 -RACIONALISMO
Gottfried Wilhelm Leibniz, 1646-1716 -RACIONALISMO
George Berkeley 1685-1753- EMPIRISMO
David Hume 1711-1776 –EMPIRISMO
Jean-Jacques Rousseau 1712-1778
Inmanuel Kant  1724-1804-IDEALISMO
Georg Wilhelm Friedrich Hegel 1170-1831-IDEALISMO
Adam Smith  1723-1790 Filosofo y economista Escoces
John Stuart Mill 1806-1873
Charles Sanders Peirce 1839-1914
William James 1842-1910
Friedrich Wilhelm Nietzsche 1844-1900
John Dewey 1859-1952
Edmund Husserl (1859-1938). Republica Checa. La fenomenología trascendental 
Bertrand Arthur William Russell 1872-1970
Martin Heidegger 1889-1976
Herbert Marcuse 1898-1979
Jean-Paul Charles Aymard Sartre 1905-1980
Hannah Arendt 1906-1975
Jacques Derrida 1930-2004