El problema del conocimiento-Critica- Edmund Husserl




El pensamiento moderno se funda en la creencia de la existencia de dos ámbitos del ser. Son las regiones del ser real trascendente y la conciencia o ser inmanente. A partir de tal suposición el pensamiento moderno da cuenta del principio más fundamental del conocimiento natural: hay conocimiento, conciencia, del ser real trascendente. La conciencia tiene el carácter de un acto que hace posible el conocimiento del ser trascendente, la fundación en unidad del ser inmanente con el ser real trascendente. Si se considera que el conocimiento en todos sus modos es una vivencia muy particular de un sujeto que conoce unos objetos que están puestos frente a él, entonces, cabe preguntarse: ¿Cómo es posible que algo trascendente pueda ser inmanente a la conciencia del sujeto que conoce? ¿Cómo puede trascender el sujeto en su vivencia y lograr plenamente los objetos? Estas son las preguntas que marcan el punto de partida de una crítica del conocimiento. Su tarea, por tanto, consistiría en rescatar y conservar la fuente de sentido de todo lo trascendente –la subjetividad- y ver desde allí cómo algo no inmanente, en el sentido de que no es un ingrediente de la vivencia, logra ser consciente y adquirir el carácter de una unidad objetiva;  de cómo se despliega la función significadora de la conciencia. El filósofo alemán Edmund Husserl hace suya la tarea de la crítica del conocimiento. Quiere desarrollar una teoría del conocimiento en pleno sentido del término, es decir, una interpretación filosófica del conocimiento en general. Para ello dispone de un método y una ciencia totalmente nueva que él llama fenomenología.
El análisis fenomenológico de las cuestiones relativas al problema del conocimiento comprende varios ámbitos que se desarrollan como problemas básicos que la misma fenomenología debe resolver, tales son:
1) el conocimiento del mundo, de lo trascendente, en la percepción;
2) el conocimiento de lo universal, lo ideal como esencial;
3) el conocimiento de sí mismo en la reflexión y 4) el conocimiento de lo otro, de lo otro yo mediante la empatía.
A grandes rasgos, aquí la novedad consiste en una consideración trascendental del problema del conocimiento. Es trascendental la consideración porque la condición de posibilidad del conocimiento yace en la subjetividad constituyente. Esta consideración suscribe la tesis según la cual no existe nada por fuera de la subjetividad y, por tanto, todo objeto tiene que comprenderse a fuerza en relación con la subjetividad constituyente. Al suscribir esta tesis, la fenomenología se instala como un tipo de idealismo –similar al Berkelyano (Cfr. (Berkeley: 1992, §6, p. 58). - que no admite de antemano la obviedad de la existencia de un mundo físico integrado de objetos subsistentes en sí mismos, ya que no es posible que tales objetos posean existencia alguna por fuera de la conciencia que los percibe. “la fenomenología trascendental es fenomenología de la conciencia constituyente” y su interés está dirigido “a la conciencia en cuanto conciencia de objetos” (Husserl: 2008, Apéndice V, p. 432)
La fenomenología trascendental, entonces, tiene por principio un interés gnoseológico acerca del problema de la constitución de todo tipo de objetualidad en los actos del conocimiento, el problema de cómo el objeto real –trascendente a la conciencia- puede ser alcanzado y conocido en el acto de conocimiento. El problema del conocimiento en su máxima generalidad no es otro sino que el problema de cómo lo trascendente puede de alguna forma ser inmanente, esto es, de cómo lo ideal puede darse a una subjetividad.
Para la fenomenología, el problema del conocimiento no puede ser resuelto mientras que inmanencia y trascendencia sean entendidas en términos de una oposición ontológica. Esta insalvable oposición solo puede ser superada suponiendo que inmanente y trascendente son dos partes fundamentales de un todo que se llama conocimiento. En este sentido le corresponde a la fenomenología la investigación del darse de los objetos en los actos de la conciencia, es decir, la indagación de la relación entre inmanencia y trascendencia
La fenomenología husserliana ha propuesto desde su inaugural obra de 1900 una definición de lo que es el conocimiento. Conocimiento en fenomenología es siempre conocimiento verdadero toda vez que solo es posible conocer una situación o estado de cosas objetivo si se la comprende bien, es decir, si hay una adecuación entre la mera mención o intención significativa y un contenido objetivo correspondiente dado intuitivamente. Abordar la cuestión de la posibilidad del conocimiento implica tener como punto de partida, en su proceder metódico, esta inmanencia que Husserl identifica con el cogito y los actos de la conciencia. Esto porque el ser de la cogitatio, de la vivencia, mientras se la vive y reflexiona sobre ella, es indudable. La aprehensión directa e intuitiva y la posesión de la cogitatio son ya un conocer y, por tanto, son ellas los primeros datos absolutos que puede utilizar la crítica como punto de partida. Esta inmanencia es indubitable justo porque no presenta objetivamente ninguna otra cosa, porque no mienta nada más allá de sí misma y porque en ella lo que se haya mentado está también dado por sí mismo de una manera completa y totalmente adecuada. Esta inmanencia –que Husserl llama ingrediente- es indubitable por cuanto es una forma de autodonación absoluta. Es lo adecuadamente dado en sí mismo y por tanto incuestionable, lo que puede ser utilizado por una crítica, para el establecimiento de una teoría sobre la realización esencial de la posibilidad del conocimiento. Tenemos entonces que la investigación fenomenológica casi que se reduce a una cuestión esencial que atañe al conocimiento que, en base a lo dicho, se puede definir como el problema de la relación sujeto-objeto.
Como otros filósofos Husserl pretende dar cuenta de cómo es posible tal relación escapando al defecto principal en que incurren todos los intentos de un tratamiento sistemático sobre la cuestión del origen y la esencia del conocimiento humano: la orientación unilateral hacia un determinado polo que pone a la teoría en una posición subjetivista u objetivista. Creemos que al hacer depender su gnoseología fenomenológica del movimiento de la reducción y promover una reconducción desde lo trascendente hacia los actos inmanentes de la conciencia, Husserl está muy cerca de Descartes, posiblemente de un idealismo de tipo trascendental similar al de Kant. Sin embargo, ya que el problema sujeto-objeto lo resuelve Husserl mediante una versión estrictamente fenomenológica de la relación de correspondencia entre los componentes reales e intencionales del conocer, bajo el nombre de Noesis y Noema, nos parece que no desestima los fundamentos teóricos del realismo clásico y se libera de la unilateralidad. En otras palabras, la fenomenología resuelve el problema capital de la teoría del conocimiento asumiendo una postura idealista pero eludiendo el defecto principal de todas las otras teorías y evitando el solipsismo, el relativismo y por tanto el escepticismo. De manera que la reconducción hacia los propios actos de la conciencia garantiza el logro de un fundamento absoluto y por tanto indubitable para la realización de la idea de una crítica fenomenológica y a la vez hace visible la función constitutiva del yo como condición de posibilidad de manifestación de las cosas. La reducción, pues, garantiza según Husserl la conciencia pura, el ego absoluto o la subjetividad trascendental constituyente, términos todos que iremos aclarando en el desarrollo.
El nóema es un componente intencional de la conciencia, es el objeto o correlato intencional del acto, de la nóesis. El nóema como objeto o correlato intencional de una vivencia es el resultado de la interpretación realizada por la nóesis sobre la hýle. Hýle, nóesis y nóema son los componentes fundamentales de la conciencia; los dos primeros son componentes reales 27 (inmanente ingrediente) y el último un componente intencional de ella. La reconducción desde lo trascendente hacia lo inmanente ingrediente se justifica por el hecho de que los datos hyléticos de la sensación se hayan contenidos en la noesis o vivencia aprehensora y a su vez tales vivencias se hayan ínsitas en el curso y en el torrente de las vivencias. El nóema es un componente ideal de la conciencia precisamente porque le es propio la identidad en un flujo temporal de actos. En la percepción poe jemplo de un libro, este se mantiene idéntico e invariable, se trata siempre en cada caso del mismo libro. El nóema es el polo ideal en el que convergen todas las efectuaciones nóeticas de la conciencia, por esto se dice de él que tiene identidad. La percepción siempre es teleológica debido al horizonte vacío y por tanto sus objetos son siempre contenidos ideales. Y es la intencionalidad la que pone en evidencia las formas que revisten a estos polos ideales y descubre la dimensión inexorablemente teleológica de las síntesis de cumplimiento de los actos perceptivos que se logran por la acertadísima coincidencia de nóesis-nóema, acto-objeto.
Si la crítica del conocimiento debe aclarar todos los tipos y todas las formas de conocimiento, entonces no puede ni debe servirse de ninguna otra teoría o ciencia, no puede tener en consideración sus afirmaciones ni sus diagnósticos sobre el ser y por tanto deben permanecer en cuestión. Los conocimientos de las ciencias deben ser para la crítica fenómenos de la ciencia, validos únicamente entre ellas; no tienen ningún valor tales conocimientos ya que la ciencia natural como la psicología aborda el fenómeno del conocimiento en virtud de un erróneo desplazamiento de la cuestión misma, explicándola de la única manera en que le está permitido hacerlo: como un hecho natural. Aquellas vivencias intencionales que nos ponen en contacto con un objeto son las intuiciones. La intuición es el acto que posee su objeto y por eso –porque tiene un objeto efectivo- se caracteriza por su plenitud. Posteriormente se reconocerá a la intuición como el Principio de todos los principios; dirá Husserl en las Ideas que “toda intuición en que se da algo originariamente es un fundamento de derecho del conocimiento” (Husserl: 1986a, p. 58). En la percepción hay siempre una posesión efectiva del objeto, entonces es en ella donde hay que buscar una verdadera solución para el enigma del conocimiento.





El idealismo en la filosofía moderna





La tercera corriente ideológica que tuvo lugar en este periodo fue, el idealismo. Este pensamiento se centraba en considerar que la realidad es algo mental, no existe en nuestro exterior y, por tanto, esta debe siempre explicarse como "idea".
Se trata de un movimiento metafísico que considera que incluso el ser humano es una idea y, por tanto, la verdad que tanto estamos buscando no existe más que en nuestra mente. Como ves, esta concepción rompe totalmente con el realismo y, en parte, también con el empirismo siendo, así, una auténtica revolución en la historia del pensamiento.
De los autores de la filosofía moderna que defendieron el idealismo destacamos a Kant y a Hegel.
Las principales características de la filosofía moderna del idealismo son las siguientes:
·         La realidad es subjetiva: no existe una realidad "extra-mental", es decir, fuera de nuestra mente. Sí que creen que la reflexión puede ayudarnos a conocer mejor nuestra naturaleza pero estos pensamientos siempre estarán vinculados a la persona que los está razonando, por tanto, serán subjetivos.
·         Teoría del idealismo objetivo: los idealistas creen que la realidad que nos envuelve, los objetos y las formas, existen porque los pensamos, los adentramos en nuestra mente, es así como su verdadera esencia aflora. Por tanto, el sujeto es el que construye el objeto de la realidad.
·         El conocimiento no es la experiencia: porque no es necesario tener experiencias con la realidad ya que esta forman parte de nuestra mente, de nuestras ideas y de nuestra subjetividad.
Sin embargo, la filosofía de Kant, uno de los máximos representantes de esta escuela, es distinta a la que hemos indicado pues este filósofo sí que contempla que existe un mundo exterior, independientemente al hombre; aunque, a diferencia de las otras corrientes, Kant cree que estos objetos son residuos del idealismo.