Filosofía Antigua: El Neoplatonismo


LA ESCOLÁSTICA NEOPLATÓNICA
El neoplatonismo es la última manifestación del platonismo en el mundo antiguo. Resume y formula sistemáticamente, y (con Proclo) de un modo escolástico, las tendencias y las orientaciones que se habían manifestado en la filosofía griega y alejandrina del último período. Elementos pitagóricos, aristotélicos, estoicos se funden con el platonismo en una vasta síntesis que debía influir poderosamente todo el curso del pensamiento cristiano y medieval, y a través de él, también el pensamiento moderno. El neoplatonismo es, pues, la manifestación más destacada de la orientación religiosa que prevalece en la filosofía de la era alejandrina. Es también la primera forma histórica de escolástica, si se aplica este nombre a la filosofía que trata de verificar la comprensión racional de las verdades religiosas tradicionales (§ 173).
En efecto, la actitud religiosa implica que la verdad como tal no se busca: ha sido ya revelada y posee la garantía de la tradición.
En cambio, es oportuno comprender, explicar y defender tal verdad; para este fin se utiliza la filosofía que más se presta a ello, en este caso el platonismo.
De ahí que el neoplatonismo no tenga nada que ver con el platonismo originario y auténtico. Es, por el contrario, una especie de escolástica que usa el platonismo en confusa mezcla con otros elementos doctrinales heterogéneos, con el fin de justificar una actitud religiosa. El hecho de que Proclo, el más consciente representante de la escolástica neoplatónica, considerase como apócrifas la República y las Leyes de Platón, que no se prestan, por dominar en ellas los temas políticos, a ser usadas con vistas a una apologética religiosa, es prueba evidente de la discontinuidad que hay entre platonismo y neoplatonismo y de la imposibilidad de utilizar a éste como elemento para la comprensión histórica del platonismo originario.
Amonio Sacas, el fundador del neoplatonismo, vivió entre el 175 y el 242 d. de C, y no dejó escrito alguno. Era bracero, de donde le viene el sobrenombre de "Sacas"; después enseñó en Alejandría la filosofía de Platón.
Entre sus discípulos se cuentan Orígenes, que no debe confundirse con el Orígenes cristiano (§ 144) y Casio Longino (213-273), retórico y filólogo, con cuyo nombre nos ha llegado el escrito De lo sublime, que sin embargo no es suyo.
El verdadero fundador del neoplatonismo es Plotino. Nació en Licópolis Egipto, el año 203 ó 205 d. de C. Participó en la expedición del emperador Gordiano contra los persas, para conocer las doctrinas de los persas e indios; a la vuelta, se estableció en Roma, donde su escuela contó entre sus numerosos oyentes a muchos senadores romanos. El emperador Galieno y su mujer Salonina fueron también admiradores suyos. Murió en Campania a la
edad.de 66 años, en 269 ó 270 d. de C.
Su discípulo Porfirio, de Tiro (n. el 232-33 y m. a principios del siglo IV), publicó los escritos del maestro, ordenándolos en seis Enéadas, o sea libros de nueve partes cada uno. Porfirio es también autor de numerosas obras originales. Entre ellas son particularmente importantes una Vida de Plotino, una Vida de Pitágoras y la Introducción a las Categorías de Aristóteles, que es un comentario a la obra aristotélica en forma de diálogo. El interés fundamental de Porfirio es practico-religioso. Saca de la doctrina de Plotino razones para defender la religión pagana.

PLOTINO. LA TRASCENDENCIA DE DIOS
Plotino acentúa hasta el extremo la trascendencia de Dios, sobre la cual habían ya insistido Plutarco, los neopitagóricos y Filón. Pero mientras Filón identifica todavía a Dios con el ser, Plotino afirma que Dios es "más allá del ser" (V, 5, 6); "más allá de la sustancia" (VI, 8, 19); "más allá de la mente" (III, 8, 9) de modo que es trascendente con respecto a todas las cosas, aun produciéndolas y manteniéndolas en el ser él mismo (V, 5, 12). De esta manera, la causa del ser queda separada en cierta manera del ser, como lo que es inaprensible e inexpresable por parte del hombre. El nombre menos inadecuado para designar a Dios es, según Plotino, el de Uno, y ello tanto porque Dios es la unidad, es decir, la causa simple y única de todas las cosas, como porque el nombre de "Uno" se presta a designar lo que es simple y diverso de todas las cosas que vienen después. (V, 4, 1). No obstante, el propio Plotino advierte que este nombre no contiene más que la exclusión de lo múltiple y, salvo esta exclusión, no es más adecuado que los demás para designar a Dios (V, 5, 6). Con estas consideraciones, Plotino inicia lo que luego se llamó la teología negativa, esto es, la determinación de Dios por medio del reconocimiento de la imposibilidad de predicar o afirmar de él todas y cada una de las determinaciones finitas.
Por otra parte, la definición de Dios como unidad no tiene nada que ver con el monoteísmo. Conforme a toda la tradición griega, Plotino defiende explícitamente el politeísmo como consecuencia necesaria del poder infinito de la divinidad: "No restringir la divinidad a un ser único, hacerla ver tan múltiple como ella misma se manifiesta; eso es lo que significa conocer el poder de la divinidad, capaz de crear —incluso permaneciendo como ella es una multiplicidad de dioses unidos a ella, que existen por ella y proceden de ella (II, 9, 9).
Para una divinidad concebida de esta manera evidentemente la creación no puede ser un acto de voluntad, que implicaría un cambio en la esencia divina. La creación acontece de tal manera que Dios permanece inmóvil en el centro de la misma, sin quererla ni consentirla. Es un proceso de emanación, semejante a aquel por el que la luz se difunde en torno al cuerpo luminoso o el calor en el cuerpo caliente, o, mejor, como el perfume que emana del cuerpo oloroso (V, I, 6). Empleando la noción aristotélica de Dios como "pensamiento del pensamiento" (§ 78) Plotino interpreta la emanación misma como el pensamiento que el Uno piensa de sí mismo. El Uno, pensándose, da origen al Intelecto, que es su imagen (V, 4, 2); el Intelecto, pensándose, da origen al Alma, que es la imagen del Intelecto (IV,
8, 3). Y así, de imagen en imagen, la emanación es también un proceso de degradación. Lo que emana del Uno es inferior al Uno, como la luz es menos luminosa que la fuente de donde dimana y la ola de perfume es menos intensa a medida que se aleja del cuerpo oloroso. Los seres que emanan de Dios no pueden, por lo tanto, tener su perfección ni su unidad, sino que tienden cada vez más hacia la imperfección y la multiplicidad.

PLOTINO: LA CONCIENCÍA Y EL RETORNO A DIOS
En la filosofía de Plotino hay un concepto que se hace central y dominante, que ya había aparecido en la especulación de los estoicos: el concepto de la conciencia.
La conciencia no es el conocimiento de los propios estados internos, sino la actitud del sabio que no necesita salir fuera de sí para encontrar la verdad, por lo que siempre tiene la mirada dirigida hacia sí mismo. La conciencia es, en este sentido, el campo privilegiado en que se manifiestan en su evidencia las verdades más altas a las que el hombre puede llegar y la fuente o el principio mismo de tales verdades, o sea, Dios.
El presupuesto de este concepto es la autosuficiencia del sabio, sobre lo cual habían insistido los estoicos y que había dominado en las especulaciones morales de los estoicos romanos. La distinción establecida por Epicteto entre "las cosas que están en nuestro poder", es decir, las cosas externas, como fundamento de las actitudes morales del hombre, no es sino un corolario del principio de la conciencia.
Para designar la conciencia como introspección o auscultación interior, Plotino emplea expresiones como "retorno a sí mismo", "vuelta a la interioridad", "reflexión sobre sí" y contrapone constantemente esta actitud propia del sabio a la del que, por el contrario, como norma de su vida, se apoya en el conocimiento de las cosas externas. "El sabio —dice Plotino- saca de sí mismo lo que revela a los demás y mira hacia sí mismo, pues no sólo tiende a unificarse y aislarse de las cosas externas, sino que está vuelto hacia sí mismo y encuentra en sí mismo todas las cosas" ( III , 8, 6).
El retorno a Dios es un camino que el hombre puede iniciar y recorrer sólo mediante el retorno a sí mismo. Las etapas del retorno a Dios son las etapas de la interiorización progresiva del hombre y, ante todo, de su liberación de toda dependencia o relación con la exterioridad corporal. Por consiguiente, Plotino afirma que el primer deber del hombre es librarse de sus vinculaciones corporales y purificarse por medio de las virtudes. Las virtudes son caminos de purificación por ser vías de liberación de la exterioridad. Con la inteligencia y la sabiduría, el alma del hombre se habitúa a obrar por sí sola, sin la ayuda de los sentidos corporales; con la templanza se libera de las pasiones; con la fortaleza no teme separarse del cuerpo; con la justicia procede de tal manera que sólo manden en él la razón y el Intelecto (I, 2, 3).
Sin embargo, la virtud como purificación constituye solamente una condición liberadora del camino interior hacia Dios. En la música, en el amor y en la filosofía, el alma encuentra las sendas positivas del retorno a Dios.
Por medio de la música el hombre debe proceder más allá de los sonidos sensibles, tratando de alcanzar sus relaciones y sus medidas para remontarse a aquella armonía inteligible que es la misma belleza. Mediante el amor, el hombre se eleva gradualmente (según el proceso ya descrito por Platón en el Fedro) de la contemplación de la belleza corporal a la de la belleza incorpórea, que es un reflejo o imagen del Bien, es decir, de Dios. En efecto, la belleza resplandece en las cosas que se hallan más cerca de la perfección; una estatua es más bella que un bloque de mármol, un cuerpo vivo es más bello que una estatua. Pero, más allá de la belleza, el hombre debe avanzar con la filosofía hacia la fuente misma de la belleza, que es Dios. Sin embargo, no podrá llegar a Dios por medio de la inteligencia, porque ésta se ve condicionada por el dualismo del sujeto que piensa y el objeto pensado, mientras que Dios es absoluta unidad. En la visión de Dios no hay intervalo ni dualidad, sino que el alma se une a Dios totalmente en un impulso de amor. No se trata de una visión, sino "de éxtasis y de simplificación, de reposo y de unión, de entrega completa". El filósofo sólo raramente podrá alcanzar esta situación. Porfirio nos atestigua que en los seis años que estuvo con el maestro, Plotino alcanzó el éxtasis únicamente cuatro veces.

LA ESCUELA DE ATENAS
La última fase del neoplatonismo fue dedicada preferentemente al comentario de las obras de Platón y Aristóteles. Al principio del siglo V, el jefe de la escuela ateniense fue Plutarco, de Atenas, hijo de Nestorio, que murió muy viejo el año 401-2 y comentó a Platón y Aristóteles.
La investigación metafísica fue, en cambio, cultivada por Siriano (el maestro de Proclo), el cual siguió especialmente a Platón, a quien consideraba superior a Aristóteles, y quiso conciliar con los pitagóricos y con los neoplatónicos. Proclo es el principal representante de la orientación ateniense. Habiendo nacido en Constantinopla en 410 y educado en Licia, a los 20 años se fue a Atenas, donde permaneció hasta su muerte, en el año 485. Sus obras más importantes son el Comentario al Timeo, a la República, al Parménides, al Alcibíades I y al Cratilo, y dos escritos sistemáticos, la Institución Teológica y la Teología platónica.
Proclo dio a la filosofía neoplatónica su forma definitiva. Le sucedieron numerosos pensadores, que siguieron sus huellas, pero que no ofrecen ninguna contribución original a su doctrina. A la última generación de neoplatónicos pertenece Simplicio, cuyos comentarios a muchas obras aristotélicas tienen para nosotros la mayor importancia como fuentes de todo el pensamiento antiguo, y representan, además, una notable obra del pensamiento.
En el año 529 Justiniano prohibió la enseñanza de la filosofía en Atenas y confiscó el ingente patrimonio de la escuela platónica. Damascio, que era el jefe de la misma, con otros seis compañeros entre los que se hallaba Simplicio, se refugió en Persia. Pero volvieron de allí, desengañados, bien pronto. El pensamiento platónico ya no existía como tradición independiente, porque había sido absorbido y asimilado por el pensamiento cristiano. El último representante de aquél puede decirse que fue Severino Boecio (§ 172).
Boecio tradujo y comentó los principales escritos del Organon aristotélico y la Introducción a las categorías de Porfirio. Escribió también un Comentario de esta obra y otros trabajos de lógica, matemáticas y música. En la cárcel escribió, además, la obra que le ha hecho famoso en toda la Edad Media, La consolación de la filosofía. Esta obra no es original, sino resultado de varias fuentes, entre las cuales se cuenta a Protréptico de Aristóteles, quizá conocido a través de algún escrito más reciente que lo reproducía. El punto de vista de Boecio es un platonismo ecléctico. De Platón saca Boecio el concepto de la divinidad como el Sumo Bien; con Aristóteles considera a Dios como el primer motor inmóvil; con los estoicos admite la providencia y el hado. Aunque siendo cristiano, en su filosofía sigue de cerca el neoplatonismo de la época. Representa en su persona el paso de la Antigüedad a la Edad Media; es el último romano y el primer escolástico.


No hay comentarios: