EL PLATONISMO ITALIANO
Mientras Cusano iba elaborando su filosofía que, al
renovar el platonismo, renovaba también la concepción del hombre y de su mundo,
se desarrollaba en Italia la polémica alrededor del platonismo y su valor
comparativo respecto al aristotelismo. Esta larga polémica había sido iniciada
por Jorge Gemisto Pletón, nacido en Constantinopla hacia el año 1355, muerto en
el año 1450. Llegado a Italia para participar en el concilio de Florencia,
donde debía decidirse la unión de la iglesia griega con la latina, fue de los
que promovieron en Italia el conocimiento de la lengua griega, y, por tanto, el
estudio directo de las obras clásicas. Gemisto era partidario de una
unificación total de las creencias religiosas sobre la base del platonismo.
Veía en Platón al hombre en cuyo nombre la humanidad podía volver a encontrar
su unidad religiosa, y, por lo tanto, la paz;, y con este espíritu compuso la
Comparación de las filosofías de Platón y de Aristóteles (alrededor del año
1440), que motivó una larga y áspera polémica en la que eran exaltadas
alternativamente las figuras de Aristóteles y Platón. La esperanza de la
unificación de las religiones no era un sueño aislado de Gemisto. El mismo
Nicolás de Cusa, algunos años después, en. De pace fidei (1454) expresaba la
misma esperanza e invocaba a Dios para que concediese a los hombres que le venerasen
en una única religión, aunque hubiera de subsistir la diversidad de ceremonias
y de ritos. Gusano fundaba especulativamente su esperanza en la doctrina que
hemos expuesto (§ 351) de la diversidad de los rostros divinos. Gemisto la
funda sobre un revivir del platonismo, en el que, sin embargo, ya no veía la
doctrina original de Platón, sino la de los neoplatónicos y neopitagóricos de
la filosofía helenística (vol. 1, § § 117 y sigs.) enlazada con elementos
orientales a los que explícitamente Gemiste se adhirió. En efecto, entre sus
obras figura un comentario a los llamados Oráculos caldeos que atribuye a
Zoroastro, pero que, en realidad, son una mezcla de tesis pertenecientes al
neoplatonismo siríaco (vol. I, § 12.5). La obra de Gemisto no tiene más importancia
que la de expresar la convicción, propia del Renacimiento, de que la renovación
del hombre y su vida religiosa y social puede conseguirse solamente gracias al
retorno a las doctrinas filosóficas de los antiguos. Las ideas religiosas de
Gemisto fueron combatidas por Genadio, teólogo de la iglesia oriental, también
participante del concilio de Florencia, por Teodoro Gaza y por Jorge de
Trebisonda, el cual compuso en contra suya un escrito titulado Comparación de
las filosofías de Aristóteles y de Platón (sobre ello, § 360). En defensa de
Gemisto, intervino Basilio 'Besarión (nacido en Trebisonda el año 1403, muerto
en Rávena en el año 1472) con un escrito titulado Contra un calumniador de
Platón. La preocupación principal de Besarión es la de no condenar a
Aristóteles para defender a Platón, sino demostrar, dentro de lo posible, el
acuerdo fundamental de los dos. La superioridad de Platón frente a Aristóteles
estriba, según Besarión, en el hecho de que, más que Aristóteles, Platón se ha
acercado a la verdad revelada del cristianismo, aun sin alcanzarla de lleno.
Pero Besarión quiere explícitamente retrotraer las doctrinas, tanto de Platón
como de Aristóteles, a su significado genuino; y este objetivo es también el de
sus numerosas traducciones: la de la Metafísica de Aristóteles, la de los
Memorables de Jenofonte, de los fragmentos de Teofrasto. El interés por la
filosofía de Platón, que produjeron estas discusiones, originó la fundación en
Florencia de la Academia Platónica. La iniciativa se debió a Marsilio Ficino y
a Cosme de Médicis, y reunió un círculo de personas que veían la posibilidad de
renovar al hombre y la vida religiosa y social volviendo a las doctrinas
genuinas del platonismo antiguo. Los secuaces de la Academia, y de un modo
especial Marsilio Ficino y Cristóbal Landino, veían en el platonismo la
síntesis de todo el pensamiento religioso de la antigüedad, y, por lo tanto,
también del cristianismo, y por ello la más alta y verdadera religión posible.
En efecto, la doctrina de Platón era considerada por Ficino (Prohemium ad Mere.
Trism., p. 1836) como la última y más perfecta manifestación de aquella
teología iniciada por Mercurio Trismegisto y continuada y desarrollada por
Orfeo y Pitágoras. El acuerdo entre esta teología y el cristianismo se explicaba
reconociendo una fuente común de las doctrinas de Platón y de Moisés, fuente
contenida en la enseñanza de Mercurio Trismegisto, que habría sido el núcleo de
toda la teología posterior. Así pues, el retorno al platonismo para los
secuaces de la Academia platónica no significaba un retorno al paganismo, sino
más bien una renovación del cristianismo, con su reducción a la fuente
originaria, que habría sido precisamente el platonismo. A este retorno a lo
antiguo se añade otro aspecto de la Academia platónica, el anticlericalismo.
Contra las pretensiones de supremacía política del Papado, la Academia
platónica sostenía un retorno a las ideas imperiales de Roma, y, por tanto,
hacía muy a menudo objeto de comentarios y de discusiones el De monarchia,
Dante. Entre los miembros de la Academia, además de los numerosos literatos y
doctos de la época que se reunían alrededor de Lorenzo el Magnífico y de
Ficino, ocupa un lugar preeminente Cristóbal Landino, que vivió entre el 1424 y
el 1498. En las Disputationes camaldulenses, en De vera nobilitate y en De
nobilitate animae, diálogos en los que hablan los personajes de la Academia, se
exponen y defienden las doctrinas de Ficino. Pero la figura que constituyó el
centro animador de la Academia fue Marsilio Ficino.
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