EL
PRIMER ARISTOTELISMO
Aunque los platónicos y aristotélicos del
Renacimiento vayan unidos en el campo de la historicidad, en el esfuerzo por
volver a las doctrinas genuinas de Platón y de Aristóteles, luchan entre sí defendiendo
intereses espirituales contrapuestos: la religión y la investigación natural.
Los platónicos ven en el platonismo la síntesis del pensamiento religioso de la
antigüedad, y, por tanto, en el retorno al platonismo ven la condición del
renacimiento religioso. Los aristotélicos ven en el aristotelismo el modelo de
la ciencia natural y, por tanto, en la vuelta al aristotelismo ven el
renacimiento de la investigación directa "de la naturaleza. La polémica
entre platónicos y aristotélicos es, pues, el choque entre dos exigencias de
las que el hombre necesita por igual y los intentos de conciliación (como, por
ej., el de Pico) tienden precisamente a conciliar estas exigencias en un
concepto más completo del hombre. La vuelta al aristotelismo originario fue
iniciada en Italia por aquellos griegos doctos que participaron en el concilio
de Florencia para la unión de las dos Iglesias, o bien se refugiaron en Italia
después de la caída de Constantinopla en manos de los turcos (1453). El primero
entre ellos es Jorge Escolario, llamado Genadio, que nació en Constantinopla y
murió alrededor del año 1464. Fue adversario de Gemisto Pletón y condenó y
destruyó su escrito sobre Las Leyes. En su discurso Sui dubbi di Pistone
intorno ad Aristotele, defendió a Aristóteles contra Pletón, aduciendo su mayor
conciliabilidad con la doctrina cristiana. Evidentemente se fundaba en la
tradición escolástica que estudió y de la que fue seguidor; tradujo al griego
escritos de Santo Tomás y de Gilberto Porretano (e\Desex principtis). Parece
que se le debe atribuir también la traducción parcial al griego de las Summulae
lofficales de Pedro Hispano (vol. I, § 289), que luego fue considerada
falsamente obra original del filósofo bizantino Miguel P.sello. La polémica
contra Pletón fue continuada por Jorge Trapezuncio, nacido erf 1396,
probablemente en Creta, muerto el año 1484. Fue a Italia hacia el 1430 y en
1464 compuso aquella Comparano Platonis et Aristotelìs, a la que contestó
alrededor del año 1469 el cardenal Besarión (§ 353). La actividad de
Trapezunzio consistía sobre todo en la explicación y el comentario de las obras
aristotélicas, y especialmente de la lógica, que expuso en el De re dialéctica,
no sin utilizar elementos tomados de la tradición escolástica.
Igual interés filosófico tienen los escritos de
Teodoro Gaza, nacido alrededor del 1400 en Tesalónica y muerto hacia el año
1473. Llegado a Italia en el año 1440, estuvo algunos años en la escuela de
Victorino de Feitre y enseñó en Ferrara y luego en Roma. Polemizó con Besarión
sobre cuestiones aristotélicas y escribió contra Gemisto. Tradujo numerosas
obras de Aristóteles y el tratado Sobre las plantas de Teofrasto. Hermolao
Bárbaro (1454-1493), de Venecia, fue el primero en oponer el Aristóteles
original al Aristóteles de la escolástica árabe y latina. Compendió la ética y
la filosofía natural, tradujo la Retórica de Aristóteles y el Comentario de
Temisto. Profesa el más absoluto desprecio hacia los "filósofos
bárbaros", incluyendo entre ellos tanto a Alberto y Tomás como a Averroes.
En la forma ruda e inculta de su lenguaje descubre la primera y más grave
traición al espíritu originario de la clasicidad, que quiso encerrar los más
altos pensamientos en la forma literaria más noble. Los filósofos bárbaros
fueron por el contrario, defendidos por Pico de la Mirándola en la famosa carta
a Hermolao, donde exhortaba a éste a prestar atención, más que a la ruda forma
literaria, a la sustancia de sus pensamientos, de los que todavía Pico creía
extraer enseñanzas vitales. Pero, en reajidad, la intolerancia de Hermolao con
la barbarie del lenguaje es la intolerancia contra las superestructuras que el
pensamiento medieval había añadido al Aristóteles original.
AVERROISTAS
Y ALEJANDRISTAS
Un paso ulterior hacia el retorno al Aristóteles genuino
fue dado por los aristotélicos, que polemizando contra el aristotelismo
averroístico, querían mantenerse fieles a los textos de Aristóteles y de sus
comentaristas antiguos, especialmente de Alejandro de Afrodisia. El campo de
los aristotélicos, según Ficino, se dividía en dos sectas: la alejandrina y la
averroística. "Los primeros, dice Ficino (In Piolín., proem.), consideran
que nuestra inteligencia es mortal, los otros sostienen que es única en todos
los hombres: unos y otros destruyen desde los cimientos toda religión,
especialmente porque niegan la acción de la providencia divina sobre los
hombres, y unos y otros son infieles a su mismo Aristóteles." El gran
centro averroístico desde hacía tiempo era la Universidad de Padua (vol. I, §
312). Desde la primera mitad del siglo XIV hasta la mitad del XVII el
averroísmo dominó en aquella Universidad; el año 1472 apareció en Padua la
primera edición en latín de las obras de Averroes, que luego en el siglo XVI
tuvieron muchas más ediciones. No obstante, entre los sostenedores del
averroísmo se notan diferencias de doctrina muy notables y, sobre todo,
frecuentes atenuaciones de las tesis que más directamente se oponen a la
religión cristiana. Cuando, por obra de Pedro Pomponazzi, nace el
alejandrinismo que intenta volver »_r. » interpretación de Aristóteles al
antiguo comentario de Alejandro, el mismo averroísmo resulta modificado, y a
menudo resulta difícil clasificar a cada uno de los pensadores aristotélicos en
una u otra de las corrientes. En general, puede decirse que los averroístas
tienden al panteísmo, porque consideran la inteligencia humana única e idéntica
con la inteligencia divina. Mientras los alejandristas mantienen la
trascendencia de Dios respecto al mundo. Unos y otros tienen en común los temas
de su especulación, que son la inmortalidad del alma y la relación entre
libertad humana y el orden necesario del mundo. Unos y otros se empeñan en
afirmar el orden necesario del mundo y, por tanto, niegan el milagro y, en
general, la intervención directa de Dios en los asuntos del mundo. El
aristotelismo del Renacimiento tiende por ello a bosquejar una concepción del
mundo fundada en un orden inmutable y necesario, y con esto pone el fundamento
de una pura investigación natural. Alejandristas y averroístas recurren a
menudo a la doctrina de la doble verdad: en el sentido ya explicado (§ 283) de
admitir una oposición entre las conclusiones de la filosofía y las creencias de
la fe, cuya reconciliación no creen posible realizar. Este punto de vista no
tiene nada que ver con el de Averroes que afirmaba que la religión tenía por
objeto la misma verdad de la fe, pero que la revestía de una forma que la hacía
más apropiada a la guía y a la salvación de las multitudes. Es, más bien, al
menos aparentemente, el registro de un conflicto entre filosofía y religión,
razón y fe-, y como se excluye la solución del conflicto y se admite la verdad
tanto del uno como del otro de ambos términos en contraste, se puede designar
con la expresión "doctrina de la doble verdad". Naturalmente, no
sabemos nada de la sinceridad con que cada pensador reconocía la
"verdad" de la religión: las condenas, las retractaciones, los
arrepentimientos hacen imposible una investigación sobre este punto que, por
otra parte, sería ajena a un tratado histórico de filosofía. Todo lo que en
este sentido se puede hacer consiste en precisar la actitud explícita de los
filósofos y en declarar sus bases teóricas. La figura de Nicoletto Vernia
(1420-99) que enseñó en Padua desde 1465 hasta su muerte, puede considerarse
típica del averroísmo paduano del siglo XV. Conocido por su carácter
despreocupado y alegre, Vernia defendió las tesis típicas del averroísmo
suscitando la intervención del obispo de Padua que, en 1489, prohibió las
discusiones sobre la unidad del entendimiento bajo pena de excomunión. Vernia
se retractó de sus errores. Se han perdido sus obras más importantes, pero nos
quedan algunos de sus escritos menores en los cuales la orientación naturalista
de su averroísmo resulta evidente por la superioridad que atribuye a la
filosofía natural respecto a la •metafísica y a la medicina frente a la
jurisprudencia: esta última, según Vernia, está vinculada a las acciones
particulares de los hombres, mientras la medicina atiende a la naturaleza, que
es el reino de lo universal y de lo necesario. Alumno de Vernia fue Agustín
Nifo, nacido en Sessa, Campania, el año 1473 y muerto el 1546; enseñó primero
en Padua y luego en Pisa, Bolonia, Salerno y Roma. En su escrito De intellectu
et daemombus sostuvo que no hay otras sustancias espirituales e inmortales
fuera de las inteligencias motrices de los cielos. En 1495-97 publicó las obras
de Averroes anotadas por él, y más tarde compuso un escrito con el De
immortalitene animae de Pomponazzi, recurriendo a menudo a argumentos tomistas.
En el campo de la moral, Nifo defendía una especie de sabiduría mundana, tomada
de los escritores antiguos, que tenía como objeto el placer;y según los
testimonios (o las murmuraciones) de los escritores contemporáneos, su conducta
fue en todo conforme a esta orientación. Las doctrinas de Leonico Torneo,
nacido en Venecia en el año 1446, muerto en Padua, donde enseñaba, en el año
1497, son una mezcla de platonismo y de aristotelismo. Torneo afirma que la
oposición entre Platón y Aristóteles está más en su lenguaje que en su
pensamiento y que la diversidad de las expresiones es debida al hecho de que
Aristóteles usa, más que Platón, un lenguaje físico. De conformidad con este
principio, intenta volver a encontrar en la misma doctrina de Aristóteles el
fundamento de la demostración de la inmortalidad del alma dada por Platón (De
immortalitate animae,' 1524). La demostración platónica se funda en el
principio de que el alma se mueve por sí: como tal no puede ser destruida por
sí misma, porque no puede faltarle el movimiento, ni por otro, porque su
movimiento no depende de otro. Ahora bien, según Torneo, Aristóteles había
negado que el alma se moviese por sí misma; pero sólo en el sentido del
movimiento espacial, que tampoco le atribuía Platón. De la misma manera puede
conciliarse la doctrina platónica de la reminiscencia con la aristotélica del
alma como tabla rasa que recibe del exterior la sensación; en efecto, la
expresión aristotélica se refiere al alma que aún no ha recibido la-sensación o
que todavía no ha recordado los conocimientos que ya posee. Torneo considera
que hay un alma del mundo, que todo lo anima y lo gobierna, y que es el
principio del conocimiento humano. Esto lo reconocen también los peripatéticos,
que admiten que nuestro espíritu está influido por el extenor; y la doctrina
averroística de la unidad de la inteligencia no tiene otro sentido. Alejandro
Aquilino fue llamado el "segundo Aristóteles" por su conocimiento de
la filosofía aristotélica. Nació en Bolonia, fue profesor de filosofía y de
medicina, primero en Padua y luego en Bolonia, donde murió el año 1512. Su obra
principal son los Quodlibeta de intellieentns, pero fue también autor de
escritos de anatomía y de medicina. El modo de proceder de Aquilino es un buen
ejemplo de la "doctrina de la doble verdad" cuyo sentido específico
se ha explicado con relación a los filósofos de este período. Aquilino ilustra
y defiende con gran vigor todas las tesis típicas del averroísmo latino, a las
que opone con parecido vigor las tesis tradicionales de la escolástica. Tal vez
(y sin tal vez) su corazón está de parte de las primeras; pero declara
explícitamente que, donde hace hablar al "filósofo" (es decir, a
Aristóteles en la interpretación averroísta) no trata de hacer suyas aquellas conclusiones.
Lo más probable es que sólo se trate de una escapatoria para hacer posible, sin
peligro, la defensa y explicación del averroísmo. Y así, por un lado, dice que
según Aristóteles, Dios mueve el mundo con necesidad y que el mundo es eterno;
y, por otro lado, afirma que Dios mueve el mundo con un acto libre y que el
propio mundo y las inteligencias motrices de los cielos han sido creados por
Dios. Reconoce que Averroes tiene razón al afirmar que, según la doctrina de
Aristóteles, hay un solo entendimiento posible en todos los hombres. En cambio,
el entendimiento agente es Dios mismo; Aquilino lo llama intellectus qui est
omnia faceré, y es considerado como la actividad divina que determina la
intelección y por ende la felicidad del hombre. Una actitud parecida se observa
en los escritos del napolitano Marco Antonio Zimara (muerto en 1532), también
profesor de Padüa, el cual interpretaba la unidad del entendimiento sostenida
por el averroísmo, como la unidad de los principios universales del conocimiento.
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