CARACTERES
DEL MISTICISMO MEDIEVAL
El renacimiento filosófico del
siglo XII es también el renacimiento del misticismo. Más concretamente, el
renacimiento filosófico hace posible el reconocimiento de la mística como
camino autónomo para elevarse a Dios, camino que, en algún caso, es alternativo
o rival de la investigación racional.
Este camino era desconocido en la
primera época de la escolástica: baste con pensar en la obra de Escoto Eriúgena
que ponía en la deificatio el último término de la investigación
racional. Pero cabalmente, la mística no se distinguía de modo radical de esta
investigación ni mucho menos se oponía a ella. Sin embargo, las condiciones
históricas del siglo XII llevan a establecer tal distinción. Por un lado, el
número e importancia de las corrientes heréticas que florecen en este siglo, y
por otro lado, la libertad cada vez mayor que emplea la razón filosófica en el
dominio mismo de las especulaciones teológicas, hacen que se vea en la vía
mística un correctivo eficaz que lleve a reconocer a Dios y sólo a Dios la
iniciativa y el apoyo del esfuerzo del hombre hacia la verdad. Precisamente, es
propio de la mística tratar de acercarse a la Verdad por la fuerza misma de la
Verdad; intentar llegar hasta Dios mediante la ayuda sobrenatural y directa de
Dios, dejándole solamente la iniciativa de la búsqueda. El esfuerzo del místico
se dirige únicamente a hacerse digno de experimentar la iniciativa divina, ya que
es Dios quien debe desde lo alto atraerlo hacia sí y elevarlo hasta la comprensión
de sus misterios. De ahí que la vida mística consista en trans humanarse, en
vencer los límites humanos para abrirse a la vida misma de Dios y a la acción
beatificante de su gracia.
Con respecto a los movimientos
heréticos que acababan todos negando toda función al aparato eclesiástico, el
misticismo brindaba a la organización eclesiástica un poderoso instrumento de
defensa, pues le permitía reivindicar para sí la administración de aquellos
poderes carismáticos sin los cuales resulta imposible la elevación mística. Con
respecto a la razón, a la que invocaban las escuelas filosóficas modernas, el misticismo
ofrecía al mismo aparato eclesiástico el modo de oponer al carácter incierto y,
a veces, erróneo de los resultados a que conduce la razón, la certeza y la
gloria del éxito místico al que permiten llegar los poderes sobrenaturales de
la Iglesia.
Por lo tanto no es de admirar
que, en la época de que nos ocupamos, el misticismo haya servido en primer
lugar de arma polémica contra las aberraciones de las herejías y las
divagaciones de la dialéctica: esto es, como arma polémica para confirmar el
poder de la Iglesia y reforzar la ortodoxia doctrinal en la que se justificaba
dicho poder.
Pero no fue este solo el objetivo
del misticismo medieval. Una vez pasada la fase polémica o juntamente con la
misma, el misticismo se planteó, sobre el fundamento de una más clara
distinción de los límites entre la razón y la fe, no ya como la alternativa
rival de la investigación racional, sino como el complemento y coronación de
dicha investigación. De esta forma aparece en la escuela de los Victorinos y se
conserva en la escolástica siguiente, hasta el siglo XIV en que la mística
alemana adopta de nuevo la postura antirracionalista, pero esta vez fuera de
toda preocupación por la defensa eclesiástica.
FUENTE: N.A
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