Filosofia Medieval Parte III CAPITULO VIII: LA MISTICA



CARACTERES DEL MISTICISMO MEDIEVAL
El renacimiento filosófico del siglo XII es también el renacimiento del misticismo. Más concretamente, el renacimiento filosófico hace posible el reconocimiento de la mística como camino autónomo para elevarse a Dios, camino que, en algún caso, es alternativo o rival de la investigación racional.
Este camino era desconocido en la primera época de la escolástica: baste con pensar en la obra de Escoto Eriúgena que ponía en la deificatio el último término de la investigación racional. Pero cabalmente, la mística no se distinguía de modo radical de esta investigación ni mucho menos se oponía a ella. Sin embargo, las condiciones históricas del siglo XII llevan a establecer tal distinción. Por un lado, el número e importancia de las corrientes heréticas que florecen en este siglo, y por otro lado, la libertad cada vez mayor que emplea la razón filosófica en el dominio mismo de las especulaciones teológicas, hacen que se vea en la vía mística un correctivo eficaz que lleve a reconocer a Dios y sólo a Dios la iniciativa y el apoyo del esfuerzo del hombre hacia la verdad. Precisamente, es propio de la mística tratar de acercarse a la Verdad por la fuerza misma de la Verdad; intentar llegar hasta Dios mediante la ayuda sobrenatural y directa de Dios, dejándole solamente la iniciativa de la búsqueda. El esfuerzo del místico se dirige únicamente a hacerse digno de experimentar la iniciativa divina, ya que es Dios quien debe desde lo alto atraerlo hacia sí y elevarlo hasta la comprensión de sus misterios. De ahí que la vida mística consista en trans humanarse, en vencer los límites humanos para abrirse a la vida misma de Dios y a la acción beatificante de su gracia.
Con respecto a los movimientos heréticos que acababan todos negando toda función al aparato eclesiástico, el misticismo brindaba a la organización eclesiástica un poderoso instrumento de defensa, pues le permitía reivindicar para sí la administración de aquellos poderes carismáticos sin los cuales resulta imposible la elevación mística. Con respecto a la razón, a la que invocaban las escuelas filosóficas modernas, el misticismo ofrecía al mismo aparato eclesiástico el modo de oponer al carácter incierto y, a veces, erróneo de los resultados a que conduce la razón, la certeza y la gloria del éxito místico al que permiten llegar los poderes sobrenaturales de la Iglesia.
Por lo tanto no es de admirar que, en la época de que nos ocupamos, el misticismo haya servido en primer lugar de arma polémica contra las aberraciones de las herejías y las divagaciones de la dialéctica: esto es, como arma polémica para confirmar el poder de la Iglesia y reforzar la ortodoxia doctrinal en la que se justificaba dicho poder.
Pero no fue este solo el objetivo del misticismo medieval. Una vez pasada la fase polémica o juntamente con la misma, el misticismo se planteó, sobre el fundamento de una más clara distinción de los límites entre la razón y la fe, no ya como la alternativa rival de la investigación racional, sino como el complemento y coronación de dicha investigación. De esta forma aparece en la escuela de los Victorinos y se conserva en la escolástica siguiente, hasta el siglo XIV en que la mística alemana adopta de nuevo la postura antirracionalista, pero esta vez fuera de toda preocupación por la defensa eclesiástica.
FUENTE: N.A

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