Filosofia Medieval Parte III CAPITULO X ESCOLASTICA: FILOSOFIA MUSULMANA



CARACTERÍSTICAS Y ORIGEN
Entre los factores que con más eficacia estimularon la actividad cultural de Occidente en el siglo XII, han de tenerse en cuenta las relaciones con el mundo oriental y, sobre todo, con los árabes. El mundo árabe había asimilado, en los siglos anteriores, la herencia de la filosofía y de la ciencia griegas, que todavía permanecían desconocidas para gran parte de la cultura occidental: ésta conocía únicamente de ellas lo que había logrado filtrarse a través de las obras de los autores latinos y de los padres de la Iglesia.
Además, y quizá fuera por esto, la filosofía árabe aparecía a los pensadores occidentales como la manifestación misma de la razón y, por lo tanto, como una fuerza de liberación de los obstáculos de la tradición. Adelardo de Bath no dudaba en contraponer lo que había aprendido él "de los maestros árabes, bajo la guía de la razón" con la "rigurosidad de la autoridad" por la que eran arrastrados los que seguían la tradición Quaest. nat., En tercer lugar, la filosofía occidental tenía en común con las filosofías orientales la naturaleza misma de su problema. También la filosofía árabe es una escolástica, es decir, un intento de hallar una vía de acceso racional a la verdad revelada; y la verdad revelada a la que ella trata de llegar, la establecida en el Corán, tiene muchos caracteres de semejanza con la cristiana. Y finalmente, al igual que la filosofía cristiana, la escolástica árabe vive de la filosofía griega, en especial del neoplatonismo y del aristotelismo.
Todo esto explica la influencia y la penetración profunda que el pensamiento árabe desarrolló en la escolástica cristiana de los siglos XIII y-XIV. Sin embargo, en algunos puntos, estas dos escolásticas se manifestarían irreconciliables.
La síntesis de estas dos corrientes, llevada a cabo por los más ilustres representantes del pensamiento islámico: Alfarabí, Avicena y Averroes, da por resultado la elaboración del principio de necesidad. La necesidad domina el mundo humano y divino: tal es la convicción de los grandes filósofos musulmanes. No se libra de ella ni siquiera el mundo de las cosas finitas, que no es necesario por sí mismo, sino por depender de Dios; tampoco escapa la voluntad humana, regida por una cadena de causas que, a través de los acontecimientos del mundo sublunar y de los movimientos de las esferas celestes, tiene por motor al Ser necesario. La escolástica latina, que conoció el aristotelismo a través de los musulmanes, intentará librarle del principio de necesidad, sobre cuya base los árabes lo habían interpretado, y tratará de introducir en él el principio de contingencia, con el cual podrá salvarse al mismo tiempo la libertad creadora de Dios y el libre albedrío del hombre.
La primera actividad filosófica nació entre los musulmanes al proponerse interpretar ciertas creencias fundamentales del Corán. Así, la secta de los Qadaríes afirma el libre albedrío del hombre frente a la voluntad divina, mientras los Jabartes son partidarios de la fatalidad absoluta. En el siglo II de la Hégira (723-832) se desarrolla la secta de los Motaziles o disidentes, que defienden enérgicamente los derechos de la razón en la interpretación de la verdad religiosa. Ellos pusieron de moda el Kalam (ciencia de la palabra), es decir, la teología racional. A partir del califato de Harún al-Raschid (785-809), los musulmanes empezaron a familiarizarse con la cultura griega. Las traducciones árabes de las obras de Aristóteles y de los demás autores griegos fueron hechas, en general, por sabios cristianos sirios o caldeos, muchos de los cuales eran médicos en la corte de los califas. Las obras del Estagirita se tradujeron de las versiones siriacas, que ya desde la época de Justiniano habían empezado a difundir por Oriente la cultura griega. Entre las obras que mayor influencia tuvieron sobre el pensamiento musulmán, figuran una Teología atribuida a Aristóteles, que es una recopilación de pasajes de las Eneadas de Plotino y del Líber de causis, o sea, la traducción de los Elementos de teologia de Proclo. Además de estos escritos y de las obras de Aristóteles, contribuyeron a formar el pensamiento musulmán los comentarios de Alejandro de Afrodisia, los diálogos de Platón, especialmente la República y el Timeo, y los trabajos científicos de Euclides, Tolomeo y Galeno.
La reacción de la ortodoxia religiosa contra las novedades introducidas por los filósofos, fue patrocinada por los Mutakallimun ("los que discuten"). La afirmación fundamental de los Mutakallimun es la novedad y discontinuidad del mundo, que hace necesaria la existencia de un Dios creador. Adoptan la doctrina atomista de Demócrito, que conocieron probablemente por la exposición de Aristóteles. Los átomos, dicen, no tienen cantidad ni extensión, y Dios los crea siempre que quiere. Las cosas están formadas por agrupaciones de átomos, y sus cualidades no podrían existir en dos instantes, es decir, en dos átomos de tiempo, si Dios no interviniera constantemente en su creación. Cuando Dios deja de crear, las cosas, sus cualidades y los átomos mismos dejan de existir. La discontinuidad hace necesaria la incesante acción creadora de Dios, y garantiza la libertad de la creación.
Para reforzar esta tesis, los Mutakallimun niegan la relación de causalidad entre las cosas. Las cosas creadas no tienen entre sí relación de causa y efecto. El fuego tiende a alejarse del centro de la tierra y a producir calor; pero la razón no se niega a admitir que el fuego pueda moverse hacia el centro y producir frío, aunque siga siendo fuego. Las conexiones causales no tienen ninguna necesidad intrínseca: son únicamente establecidas por Dios. Dios, más que causa primera, es causa agente y eficiente y produce directamente todos los efectos del mundo creado.
A principios del siglo X las doctrinas de los Mutakallimun fueron recogidas por otra secta, la de los Asharíes, llamados así por ser su fundador Abuf-Hasan Al-Ashari (873-935), de Basora. Los asharíes exageran aún más la doctrina de la creación directa por parte de Dios, afirmando que todos los accidentes nacen y desaparecen únicamente por un acto de creación de la voluntad divina. Así, por ejemplo, cuando un hombre escribe, Dios crea cuatro accidentes, que no tienen entre sí ningún nexo causal, es decir: la voluntad de mover la pluma, la facultad de moverla, el movimiento de la mano, el movimiento de la pluma.
El movimiento filosófico creado por estas sectas viene a ser sustituido en seguida por auténticas personalidades filosóficas, que en parte utilizaron y continuaron las doctrinas de esas sectas, y en parte se opusieron a ellas en un intento de permanecer fieles a la doctrina de los filósofos griegos, en especial de Aristóteles.


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