LA CABALA
Como la filosofía árabe, con la
cual tiene muchos caracteres en común, la filosofía hebrea viene a ser, a
partir del siglo XIII, una de las componentes fundamentales de la escolástica
latina. Al igual que la filosofía árabe
y la filosofía cristiana de la Edad Media, la filosofía hebrea es una
escolástica que tiene en común con las dos primeras los problemas fundamentales
(las relaciones entre la razón y la fe, entre Dios y el mundo, entre el entendimiento
y el alma) y, para resolverlos, se sirve de los mismos datos o de datos
análogos: la filosofía griega y la tradición religiosa judía. Más cercano a
esta tradición y en polémica con los intentos más escuetamente filosóficos de
encontrar una justificación racional de las creencias religiosas, fue el
misticismo que adoptó preferentemente la forma de la Cabala.
La Cabala (=tradición) es
una doctrina secreta que, al parecer, fue transmitida primero oralmente, y
luego recogida en cierto número de tratados, de los que nos han llegado
íntegros o casi completos: el Libro de la Creación (Jezirah) y el Libro
del Esplendor (Zójar). Se trata de libros compuestos integrados por
elementos heterogéneos. En cuanto a la antigüedad de estos elementos, el
segundo de estos escritos, el Zóbar, en la forma que ha llegado a
nosotros, pertenece, casi con toda seguridad, a la segunda mitad del siglo
XIII. Tal como están, estos escritos
exponen una doctrina emanatista muy parecida a la de los Neopitagóricos y Neoplatónicos
de los siglos primeros. Enseñan que Dios es infinito o ilimitado (En Sof), es
decir, inaccesible a toda determinación o conocimiento. Dios, en cuanto tal, es
la negación de toda cosa determinada, y por lo tanto, el no-ser de cada cosa o
la Nada. En este sentido, el mundo creado por Dios, ha salido de la Nada. La
creación del mundo ocurre a través de sustancias intermedias llamadas Números
(Sefiroth) que son al mismo tiempo los atributos fundamentales de Dios y
las fuerzas por cuyo medio se realiza la creación divina. La mediación de
los Sefiroth sirve para garantizar a Dios la unidad absoluta mientras su
acción emanante se expande en lo múltiple de las cosas y, en este sentido, se les
compara a los rayos primeros y más directos del Esplendor divino. Los Sefiroth son diez, a saber-. 1°
la Corona; 2° la Sabiduría; 3° la Inteligencia; 4° la Gracia; 5° la Justicia;
6° la Belleza; 7° el Triunfo-, 8° la Gloria; 9° el Fundamento-, 10° la
Majestad. La acción de estas sustancias produce todas las realidades del mundo
visible: las tres primeras de ellas constituyen el mundo inteligible, según el
esquema de la trinidad neoplatónica. El mundo visible y el inteligible están
ligados por el amor y tienden a acercarse y a unirse. El impulso ha de
venir del mundo inferior que debe tender hacia el superior; en respuesta a este
impulso, el mismo mundo superior desea y ama al inferior. Dios no ama sino a
aquellos que le aman.
El
alma humana reproduce las tres primeras sustancias emanadas: ella es, en primer
lugar, espíritu vital, luego espíritu intelectual y, por último, alma verdadera
y propiamente tal que domina sobre las dos anteriores y es el órgano de la
santidad y de las virtudes superiores.
La
Cabala no tiene propósitos filosóficos y a la expresión conceptual prefiere la imaginativa
o alegórica.
La actitud que pretende despertar es la del misticismo, el planteamiento doctrinal
que quiere defender es el de la ortodoxia hebrea tradicional. En cuanto a los
conceptos tomados del helenismo o de la obra misma de los filósofos judíos de
la Edad Media, los defensores o expositores que la Cabala encontró en los
siglos XIII y XIV intentaron hacer de ella una alternativa a la obra de los
filósofos y polemizan en contra de ellos. Sin embargo, en el Renacimiento, los
mismos filósofos tomarían de la Cabala algunas de sus inspiraciones y la
defendieron con frecuencia como un instrumento para la interpretación de los
libros sagrados.
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