CARÁCTER DEL
AVERROISMO LATINO
El primer efecto de la
introducción del aristotelismo en la escolástica cristiana es una clara
delimitación de los campos respectivos de la razón y de la fe. La razón es el dominio de las verdades
demostradas y, por lo mismo, de las demostraciones necesarias y de los
principios evidentes que son fundamento de las mismas; la fe es el dominio de
las verdades reveladas, carentes de necesidad demostrativa y de evidencia
inmediata. Esta distinción se mantiene sólidamente en toda la historia ulterior
del aristotelismo escolástico y de toda la escolástica. Sin embargo, la obra de
Santo Tomás no se había detenido en el reconocimiento de esta distinción: más
aún, había tenido la pretensión de avanzar más allá de la misma, estableciendo
al mismo tiempo la imposibilidad de una oposición cualquiera entre los dos términos.
"Ya que sólo lo falso es
contrario a lo verdadero, decía Santo Tomás, como resulta evidente de sus
mismas definiciones, es imposible que la verdad de la fe sea contraria a
aquellos principios que la razón conoce naturalmente" (Contra Gent., I,
7). Toda la doctrina tomista está
organizada en orden a hacer imposible esta oposición: el principio de la
analogía del ser, tal como lo presenta Santo Tomás, sirve precisamente para
demostrar, por un lado, que la misma consideración del ser natural tiene
necesidad de una integración sobrenatural y, por otro lado, sirve para situar
tal integración en aquellas zonas del ser en que la capacidad demostrativa de
la razón no puede llegar ni a la afirmación ni a la negación. Considérese
como ejemplo el modo de tratar Santo Tomás el problema de la creación que
vendría a ser, fuera del tomismo, uno de los puntos cruciales de la disputa
escolástica: la creación es una verdad de razón, es decir, demostrable; en
cambio, no se puede demostrar ni que haya ocurrido en el tiempo ni que esté
fuera del tiempo, por lo que es lícito creer que haya ocurrido en el tiempo (§
278).
El tomismo ha pretendido
demostrar así la coincidencia de dos principios, el uno de genuina inspiración
aristotélica, el otro expresivo de la posibilidad misma de la investigación
escolástica: esto es, del principio por el cual "es imposible que sea
falso lo contrario de una verdad demostrable" con el principio: es
imposible que una verdad de fe sea contraria a la verdad demostrable".
Sin
embargo, la no coincidencia de estos dos principios había sido la base del
aristotelismo averroísta. El aristotelismo, o sea, la filosofía, había sido interpretado
por Averroes
(ciertamente en un sentido más conforme a su intención original) como no necesitado ni susceptible de
integraciones no-demostrativas: en consecuencia, según Averroes, contenía todo
lo que el filósofo debe creer (que coincide con lo que puede
demostrar) y constituye la verdadera
religión del filósofo, mientras que la religión revelada no es sino un modo
aproximativo e imperfecto de acercarse a las mismas verdades para quien no es
capaz del camino de la ciencia y de la demostración. Desde este punto de
vista, no podía excluirse la posibilidad de una oposición entre las afirmaciones
de la ciencia y las creencias de la fe: aunque no se tratara de una oposición
entre dos verdades sino entre dos modos de expresar la misma verdad, uno de los
cuales, él de la fe, bastante más imperfecto que el otro porque aun siendo
adecuado a su fin práctico (dirigir las multitudes por el camino de la
salvación) carece de la necesidad racional propia de la ciencia.
La expresión de "doctrina de
la doble verdad", creada inmediatamente y que todavía se emplea con
frecuencia, no es muy exacta con respecto a Averroes, a los averroístas y a
cualquier otro punto de vista que admita la posibilidad de una oposición entre
la razón y la fe: particularmente, para Averroes, la verdad es una sola. Pero,
para los averroístas de los siglos XIV y XV, la expresión puede considerarse
dotada de cierta verdad en el sentido de que con ella se designa toda situación
que reconozca una oposición entre las conclusiones de la filosofía y las
creencias de la fe y no se preocupe de eliminar-o conciliar tal oposición.
En
la base del mismo y como inspiración fundamental de todo el averroísmo, está el
concepto de la filosofía como ciencia rigurosamente demostrativa y de la
felicidad del filósofo como coincidente con la posesión de dicha ciencia; pero
también forma parte del mismo el concepto de que existen, además de esta
ciencia y esta felicidad, una verdad y una felicidad diversas, dadas por la fe.
De esta forma, el averroísmo podía llegar y llegó al reconocimiento explícito
de puntos de oposición entre los dos dominios, sin ofrecer un principio
dirimente de tales contrastes. Esta fue la situación en que se colocó
aquella corriente que (desde Renán en adelante) se llama averroísmo latino-,
corriente cuyo alcance nos lo han permitido conocer estudios y
descubrimientos recientes, ya que las condenas teológicas a que el mismo se
hallaba sometido, han impedido la difusión y publicación del material
historiográfico en relación con ella. Forman parte de esta corriente Siger de
Brabante, Boecio de Dacia, Bernier de Nivelles y Gosuino de la Chapelle; pero
apenas se sabe nada de estos dos últimos.
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